La Navidad de las Nueces Caídas
Érase una vez en un pueblito rodeado de montañas nevadas llamado Villanieves. Era la época más mágica del año: la Navidad. Todos los habitantes estaban emocionados, decorando sus hogares con luces y esferas de colores.
Este año, el clima había sido muy especial. Una intensa nevada cubrió el pueblo justo un día antes de la gran celebración de Navidad, dejando el paisaje como un hermoso cuento de hadas. Entre los residentes más entusiastas estaba Lía, una niña curiosa de siete años que adoraba las festividades.
"¡Mirá, mira! ¡El mundo se volvió blanco como el algodón!" - exclamó Lía, corriendo hacia la ventana.
Su papá, Don Lucas, se unió a ella sonriendo.
"¡Así es, Lía! ¿Sabés qué? Este año podemos hacer algo diferente. ¿Qué te parece si preparamos nueces para regalar a nuestros vecinos en lugar de dulces?"
Lía pensó que era una idea genial.
"¡Súper papá! ¡Vamos a hacer las mejores rigurosas nueces de Navidad!" - dijo emocionada.
Juntos, se pusieron manos a la obra. Una vez que juntaron las nueces, comenzaron a preparar pequeños bolsitos decorados con cintas rojas y verdes.
Sin embargo, cuando llegaron a casa de la abuela Rosa, oyeron una conversación intrigante entre los adultos.
"Este año parece que muchas familias no tendrán suficiente comida para la cena de Nochebuena" - dijo la señora Ana.
Lía, al escuchar esto, sintió un nudo en el estómago. En lugar de preocuparse, decidió actuar.
"Papá, ¿y si hacemos un gran cesto de nueces y otras comidas para compartir con los que más lo necesitan?"
Don Lucas la miró, sorprendido y orgulloso.
"¡Es una idea maravillosa, Lía! Pero vamos a necesitar ayuda. Haremos una gran recogida entre los vecinos para que todos colaboren."
La niña no perdió tiempo. Corrió por el pueblo, reuniendo a todos. Al principio, muchos estaban escépticos.
"Pero Lía, ¿por qué deberíamos dar cuando también estamos preparándonos para nuestra propia Navidad?" - comentó el señor Gutiérrez.
Lía, con su característica energía, les respondió.
"Porque hay magia en compartir. Si todos damos un poquito, ¡podemos hacer una gran diferencia! Además, la Navidad no es solo recibir, también es dar y sentir a otros!"
La reacción del pueblo fue asombrosa. La gente comenzó a colaborar.
Las familias empezaron a llenar cajas con nueces, galletas, y hasta juego de mesa y ropa.
"Mirá, papá, ¡esto se está convirtiendo en una gran fiesta!" - dijo Lía, con los ojos brillando.
Una vez llenas las cajas de sorpresas, decidieron hacer una reunión en la plaza del pueblo la víspera de Navidad para repartir los cestos.
La noche llegó y la plaza brillaba con luces. Las familias se reunieron a cantar villancicos y compartir historias.
Cuando llegó el momento de repartir, Lía miró a su alrededor y vio a todos con sonrisas.
"Esto es maravilloso. ¡Gracias a todos por ayudar!" - gritó entusiasmada.
Y así, cada caja fue entregada a quienes más lo necesitaban, y el espíritu de la Navidad se sintió en cada rincón del pueblo.
Pero la sorpresa mayor llegó cuando vieron que hasta los más pequeños del pueblo comenzaron a ayudar a Lía.
"Nosotros también queremos!" - exclamó un grupo de niños pequeños, armándose con sus propias cajas de nueces.
"¡Así se hace, amigos!" - respondió Lía, sintiendo que el verdadero espíritu navideño brillaba más que nunca.
Esa noche, Villanieves no solo celebró la llegada de la Navidad, sino también el poder de la solidaridad y la comunidad. Todos se fueron a dormir con el corazón calentito, esperando las sorpresas que traería la Navidad.
Y aunque la nieve cubría el pueblo, dentro de cada casa había risas y felicidad, demostrando que la mejor parte de la Navidad no se encuentra bajo el árbol, sino en el amor que damos a los demás.
Desde esa Navidad, Lía y su papá se comprometieron cada año a organizar una recogida de nueces y alimentos, convirtiendo la tradición en un cálido abrazo para todos los vecinos.
Así, en Villanieves, la magia de la Navidad nunca se detuvo y cada nevada era un recordatorio del poder de compartir y cuidar a los demás.
FIN.