La Navidad de los Abrazos
Era una tarde fría de diciembre cuando Zeila, la abuela, comenzó a preparar la casa para la llegada de sus hijas y nietos. Colocó adornos brillantes en el árbol de Navidad, mientras las luces parpadeaban con alegría.
-*¡Qué lindo se está poniendo todo, mamá! *- dijo Marialejandra, entrando con su hija Amaia, que llevaba una caja llena de galletitas.
-*¡Yummy, galletitas! * -exclamó Amaia, corriendo a abrazar a su abuela.
-*Hola, mi amor. ¡Las vamos a disfrutar después de la cena! * -respondió Zeila, sonriendo con ternura.
A medida que llegaban el resto de sus hijas, el hogar de Zeila se llenaba de risas y abrazos. Nicolle traía un delicioso ponche de frutas y Danuela, que siempre llevaba un toque de música, puso su playlist navideña.
-*¡No puede faltar el baile en nuestra fiesta! * -dijo Danuela, encendiendo la música.
Todos comenzaron a bailar, incluso Julen intentaba seguir los pasos de su madre. Pero, mientras la felicidad reinaba, algo inesperado ocurrió.
Una de las decoraciones del árbol, un adorno brillante en forma de estrella, cayó al suelo y se rompió. La música se detuvo y todos miraron con sorpresa hacia donde había caído.
-*Oh, no. La estrella...*- susurró Muchell, aunque abochornada, no podía evitar reír un poco con los demás.
-*No importa, la estrella era solo un adorno. Lo que importa aquí son los momentos que compartimos*- dijo Anakarina con calma.
-*Sí, podemos hacer una nueva estrella para colgar en su lugar*- propuso Nicolle, mirando a sus hijas y nietos.
-*¡Sí! *- gritaron todos al unísono. Aunque la estrella rota había traído un momento de tristeza, había abierto la puerta a la creatividad y a la unión familiar.
Con papeles de colores, tijeras y pegamento, todos comenzaron a hacer su propia versión de la estrella. Esto se transformó en una actividad divertida, llena de risas y charlas. Julen decidió que haría una estrella tan grande que podría verse desde la luna.
-*¡Yo quiero ayudar! *- dijo Camila, asegurándose de que la estrella de su hermano estuviera brillante.
Después de mucha creatividad, finalmente tuvieron una bella estrella hecha con amor, con dibujos de cada uno de ellos. La colgaron en el árbol, y el brillo que tenía superaba cualquier adorno comercial.
-*¡Es hermosa! * -exclamó Amaia, admirando su creación. La estrella se convirtió en símbolo de unión y alegría.
Ya bien entrada la noche, todos se sentaron a compartir la cena. La mesa estaba llena de platos ricos que habían preparado juntas, y se sentía el calor del amor familiar.
-*¿Qué debemos agradecer hoy? *- preguntó Muchell, mirando a su madre.
-*Agradezcamos por cada uno de nosotros y por lo que hacemos juntos*- respondió Zeila con una sonrisa. *Nada es más valioso que este tiempo en familia.*
Entonces, después de la cena, llegó el momento de compartir los regalos. Cada uno había preparado algo especial para el resto. Abrieron los regalos uno por uno, llenando la habitación de exclamaciones de alegría y abrazos.
-*¡Es el mejor regalo de todos! * -gritó Julen al abrir un libro de historias que su abuela le había regalado.
Todo terminó con una ronda de abrazos y promesas de continuar sus tradiciones navideñas,
-*Esto es solo el inicio de muchas Navidades llenas de amor y esperanza*- manifestó Zeila, abrazando a cada uno de sus seres queridos.
Así, lo que comenzó con un pequeño accidente se había transformado en una velada memorable y llena de sorpresas, donde aprendieron que los momentos en familia son siempre el mejor regalo.
FIN.