La Navidad de los Capibaras



Era la víspera de Navidad y todo estaba preparado en la tranquila aldea de los capibaras. Los amigos se reunían junto al gran lago para celebrar la noche más mágica del año. Entre risas y burlas, había un radiante espíritu navideño en el aire.

- ¡Miren! ¡La fogata ya está encendida! - exclamó Clara, una capibara curiosa, mientras corría hacia el fuego.

- ¡Pronto vendrán los regalos! - dijo Felipe, un capibara más mayor, que siempre tenía una anécdota divertida que contar.

Pero cuando todos estaban ocupados viendo las luces de la fogata, un grupo de patos decidió acercarse a ver qué pasaba. Con sus alas agitando el aire, llenaron de emoción el ambiente.

- ¡Hola capibaras! ¿Pueden compartir un poco de esa alegría navideña? - graznó uno de los patos.

Clara, emocionada, les respondió:

- ¡Por supuesto! ¡Vengan a celebrarlo con nosotros!

Los patos se unieron al grupo y todos comenzaron a cantar villancicos. Sin embargo, en medio de la diversión, Felipe, en un intento de hacer reír a todos, decidió dar un pequeño salto sobre un montón de regalos.

- ¡Miren lo que puedo hacer! - gritó, justo antes de caer en un lugar inesperado: ¡alrededor de la fogata!

- ¡Cuidado, Felipe! - gritaron todos.

Con un gran estruendo, Felipe cayó en la arena caliente y, asustado, se levantó rápidamente con un brillo en sus ojos.

- ¡Estoy bien! ¡Solo fue un pequeño tropiezo! - dijo, riéndose.

Pero mientras intentaba reponerse, un fuerte viento sopló y una chispa de la fogata voló en dirección hacia ellos.

- ¡Rápido! ¡Apaguen la chispa! - gritó Clara, mientras ella y los demás empezaban a soplar.

- ¡Usen la manta! - sugirió uno de los patos.

Con trabajo en equipo y un poco de ingenio, lograron apagar la chispa antes de que causara un accidente.

- ¡Qué susto! - exclamó Felipe, que todavía temblaba un poco. - No quería que nuestra Navidad terminara así.

- ¡Pero lo importante es que estamos juntos y estamos a salvo! - dijo Clara, abrazando a sus amigos.

Agradecidos de estar juntos, los capibaras y los patos decidieron seguir con la celebración.

- Ahora, ¿qué tal si abrimos estos regalos? - sugirió Felipe, todavía un poco sonrojado por su accidente.

Uno a uno, comenzaron a abrir los regalos: caramelos, bufandas de colores y hasta un pequeño tambor que había traído uno de los patos.

- ¡Es lo mejor de todo! - exclamó uno de los patos, mientras comenzaba a tocar una canción alegre con el tambor.

- ¡Vamos a bailar! ¡Es Navidad! - gritaron todos, llenos de energía.

Y así, la noche transcurrió entre bailes, risas y historias.

Al final del día, mientras contemplaban las estrellas, Clara reflexionó:

- Lo que hicimos hoy nos enseña que aunque pasen cosas inesperadas, lo más importante es cómo reaccionamos. La amistad y el trabajo en equipo hicieron de esta Navidad una fiesta inolvidable.

Todos asintieron, sintiéndose felices y seguros en compañía de sus amigos. Esa noche, el lago brillaba, no solo por las luces de la fogata, sino por la calidez de los corazones que celebraban juntos.

Desde ese año en adelante, los capibaras siempre recordaron esa Navidad como el día en que aprendieron la importancia de cuidar el uno del otro, y nunca dejaron que un pequeño accidente les arruinara la diversión. ¡Viva la Navidad!

FIN.

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