La Navidad de los colores



Era una hermosa mañana de diciembre en una pequeña aldea en las montañas de Perú. Todos los niños estaban emocionados porque la Navidad se acercaba. Cada año, la aldea organizaba una gran fiesta para celebrar, y este año prometía ser aún más especial.

Luz, una niña de cabellos rizados y sonrisa brillante, estaba muy emocionada. Ella amaba la Navidad más que nada. Su querido abuelo, Don Nicolás, siempre le contaba historias sobre cómo, cuando él era joven, decoraban el pueblo con luces y colores.

"Este año, quiero hacer algo diferente, abuelo," - dijo Luz, con una chispa de ideas en sus ojos.

"¿Qué tienes en mente, mi niña?" - preguntó Don Nicolás, curioso.

Luz pensó por un momento y luego exclamó:

"¡Quiero que cada niño haga una decoración única con un color que represente su personalidad!" - y sonrió al imaginar cómo luciría la aldea.

Don Nicolás rió y dijo:

"¡Esa es una idea maravillosa! Todos deberían mostrar quiénes son. Vamos a hablar con los demás niños."

Así que, Luz y su abuelo comenzaron a visitar a sus amigos. Se encontraron con Mateo, que siempre era feliz y lleno de energía.

"Mateo, ¿qué color te gustaría usar para la decoración?" - preguntó Luz.

"¡Verde! Porque me encanta jugar en el campo y trepar árboles," - respondió él con entusiasmo.

Luego, conocieron a Ana, que siempre estaba pensando en cuidar de los animales.

"Ana, ¿y vos?" - indagó Luz.

"Yo quiero usar azul porque me recuerda al cielo y al agua de los ríos donde cuido a las patitas," - dijo Ana, sonriendo.

Con cada visita, los colores comenzaron a mezclarse en la mente de Luz. Pronto, todos los niños de la aldea estaban de acuerdo en participar. Sin embargo, un día, ocurrió algo inesperado: comenzó a llover fuertemente.

Las calles parecían ríos y algunos niños estaban tristes porque pensaron que la fiesta se arruinaría.

"¡Oh no! ¡No podremos decorar la aldea!" - lloró Mateo.

Pero Luz tenía un plan. Decidió que si la lluvia no paraba, tendrían que hacer algo mágico.

"Si no podemos salir, hagamos la fiesta dentro de casa," - propuso ella.

"¡Buena idea!" - dijo Ana. "Podemos crear decoraciones que representen la Navidad y que simbolicen la alegría que sentimos juntos."

"Sí, ¡hagámoslo!" - respondió Mateo.

Y así, cada niño se fue a sus casas a buscar materiales: papeles, pinturas, ramas y cualquier cosa que pudieran utilizar. Después de un tiempo, las casas comenzaron a llenarse de risas y creatividad.

Finalmente, el gran día llegó. Las lluvias pararon y la aldea se llenó de colores. Todos los niñitos llevaban sus decoraciones, cada una más hermosa que la otra. Cuando se reunieron en la plaza, Luz tenía una sorpresa adicional.

"¡Los colores de nuestra Navidad ahora son un arcoíris!" - exclamó Luz mientras señalaba a la plaza llena de decoraciones.

Todos miraron maravillados. Habían trabajado juntos, y aunque la lluvia inicial parecía oscura y triste, aquel día se convirtió en uno de los más alegres de la historia de la aldea.

Así, la fiesta de Navidad no solo celebró la alegría de los colores, sino también la amistad, la creatividad y el trabajo en equipo.

Esa noche, mientras celebraban con música y un delicioso pavo, Don Nicolás miró a su nieta y les dijo a todos:

"La alegría de esta Navidad proviene de nuestros corazones, y esos colores son un reflejo de lo que somos juntos."

Todos los niños aplaudieron y brindaron por un año lleno de color y alegría, sabiendo que la verdadera magia de la Navidad está en compartir momentos especiales con quienes amamos.

Y así, en aquella pequeña aldea de Perú, cada Navidad se celebraba con muchos colores y con un gran sentido de comunidad, recordando siempre lo que significa el verdadero espíritu navideño.

FIN.

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