La Navidad de los Colores Brillantes
Era una vez en un pequeño pueblo llamado Colorete, donde la Navidad se celebraba de una manera especial. Todos los años, al acercarse la fecha, los habitantes decoraban sus casas con luces brillantes, pero este año algo extraño estaba sucediendo. Nubes grises cubrían el cielo y los niños del pueblo estaban tristes porque no podían ver las luces navideñas.
Un día, mientras los chicos jugaban en el parque, se acercó una abuelita. Era Doña Rosa, conocida por contar historias mágicas a los niños.
- 'Hola, chicos. ¿Por qué están tan tristes?' - preguntó Doña Rosa.
- 'No habrá Navidad este año. Las nubes no nos dejan ver las luces y todo se ve tan gris...' - respondió Tomás, el más pequeño del grupo.
- 'No se preocupen, mis amores. La Navidad no son solo luces, sino los colores que llevamos en nuestros corazones. Si quieren, podemos hacer que el pueblo brille de nuevo.' - dijo Doña Rosa mientras sonreía.
Los niños la miraron con curiosidad.
- '¿Cómo podemos hacerlo?' - preguntó Sofía, una niña con coletas.
- 'Fácil. Debemos traer la alegría y el amor a nuestro pueblo. ¡Vamos a hacer manualidades!' - propuso Doña Rosa.
Así que, animados por sus palabras, los pequeños se pusieron manos a la obra. Con papeles de colores, cartulina y muchas ganas, comenzaron a crear adornos navideños. Cada niño eligió un color que representaba un buen deseo: azul para la amistad, rojo para el amor, amarillo para la alegría.
Los días pasaron y mientras más adornos hacían, más energía positiva se sentía en el aire. Las sonrisas comenzaron a regresar al pueblo.
Una tarde, mientras estaban en el parque colgando sus creaciones, un grupo de adultos se acercó.
- '¿Qué están haciendo, niños?' - preguntó el señor Juan, el carnicero del pueblo.
- 'Estamos llenando Colorete de colores y alegría para Navidad. ¡Ven, ayúdanos!' - dijo Ana, la más extrovertida.
Los adultos, inspirados por el entusiasmo de los niños, decidieron unirse. Juntos, formaron un gran equipo y comenzaron a trabajar en la plaza del pueblo, creando un gigantesco árbol de Navidad hecho con cosas recicladas.
Los días fueron pasando y la plaza se llenó de colores, risas y amor.
- '¿Ya vieron lo que hemos logrado?' - comentó Sofía - 'El árbol se ve increíble.'
- 'Sí, me encanta cómo todos colaboran. ¡Esto realmente es Navidad!' - dijo Tomás.
Finalmente, llegó la noche de Nochebuena. Cuando todos se reunieron en la plaza, Doña Rosa tomó el micrófono y dijo:
- 'Queridos amigos, hoy celebramos la verdadera esencia de la Navidad. No importa si las luces no brillan en el cielo, porque tenemos los colores en nuestros corazones. ¡Feliz Navidad!'
Y en ese instante, las nubes grises comenzaron a despejarse y un resplandor dorado iluminó la plaza.
Los niños y adultos miraron hacia arriba en asombro y vieron cómo estrellas de todos los colores empezaron a brillar en el cielo.
- '¡Miren! ¡Es un milagro!' - gritó Ana, con los ojos llenos de emoción.
- 'No son solo luces, son las risas y el amor que compartimos. ¡Gracias a todos por hacer de este un lugar especial!' - añadió Sofía.
Desde ese día, los habitantes de Colorete aprendieron una valiosa lección: la verdadera magia de la Navidad radica en la alegría, el amor y los recuerdos compartidos. Y así, año tras año, transformaron las nubes grises en un cielo lleno de colores brillantes cada Navidad.
Y así, en Colorete, el espíritu navideño vive en el corazón de cada uno, recordando que no se necesita mucho para hacer brillar este hermoso sentimiento.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.