La Navidad de los Cuatro Amigos



Era la víspera de Navidad en el pequeño pueblo de Arbolito. Los colores brillaban y el aire estaba cargado de alegría. Cuatro amigos inseparables, Lila, Tomás, Lucas y Sofía, estaban decididos a que esta Navidad fuera la mejor de todas.

Lila tenía ganas de hacer algo especial. "¿Y si preparamos un regalo sorpresa para el abuelo José?" - propuso. Todos estaban de acuerdo y comenzaron a pensar en qué podrían hacer.

"Podemos hacerle una tarjeta gigante con dibujos de cada uno de nosotros" - sugirió Tomás, con una gran sonrisa.

"Y podemos llenarla de palabras lindas sobre lo que significa para nosotros" - agregó Sofía.

"¡O podemos llevarle unas galletitas!" - dijo Lucas, ya imaginándose el momento de degustarlas.

Los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Pasaron la tarde recolectando materiales, pintando la tarjeta y horneando unas deliciosas galletitas de jengibre. Rieron y aprendieron juntos, disfrutando del proceso creativo.

Cuando la noche cayó, el pueblo se iluminó con luces de colores. Con la tarjeta y las galletitas en mano, decidieron que era hora de sorprender al abuelo José. Llegaron a su casa, que estaba decorada con ramas de pino y un hermoso árbol de Navidad en la ventana.

"¿Listos para entrar?" - preguntó Lila, nerviosa.

"¡Sí! ¡Vamos!" - respondieron sus amigos al unísono.

Al entrar, el abuelo José se sorprendió. "¿Qué sorpresa es esta?" - exclamó, mirando fijamente a sus amigos.

"¡Feliz Navidad, abuelo!" - gritaron todos al unísono, entregándole la tarjeta.

El abuelo la abrió con cuidado. Sus ojos se iluminaron con cada dibujo y cada palabra. "Esto es maravilloso, queridos. ¡Lo he guardado en mi corazón!" - dijo con la voz llena de emoción.

Después, Lucas le ofreció las galletitas. "¡Pruebe, abuelo! Son de jengibre y las hicimos nosotros mismos!"

El abuelo no pudo evitar sonreír al dar el primer mordisco. "¡Mmm, deliciosas! ¡Son mejores que las de la abuela!" - bromeó, mientras los niños estallaban en risas.

Los amigos pasaron la noche en la casa del abuelo José, contando historias, cantando villancicos y compartiendo su alegría. A medida que el reloj marcaba la medianoche, algo mágico sucedió. Una suave nevada comenzó a caer, cubriendo el mundo exterior de un blanco brillante.

"¡Miren, la nieve!" - grito Sofía emocionada.

"¡Estamos en un verdadero cuento de Navidad!" - añadió Tomás.

Decidieron salir a jugar. Corrieron por el jardín, haciendo muñecos de nieve y lanzándose bolas de nieve. La felicidad llenó el aire y las risas resonaron en el pueblo.

De repente, Lucas tropezó y cayó al suelo, cubriéndose de nieve. "¡Ay! ¡Es burbujitas de nieve!" - exclamó riendo.

Todos se rieron y, mientras se ayudaban a levantarse, se dieron cuenta de que la verdadera magia de la Navidad no estaba solo en los regalos, sino en los momentos compartidos.

Esa noche, los cuatro amigos aprendieron que el regalo más grande que podían ofrecerse era el de su amistad. Mientra volvían a casa, Sofía miró a sus amigos y dijo:

"El amor y la bondad que compartimos hacen que la Navidad sea aún más especial."

"¡Y siempre hay que compartir!" - concluyó Lila con una sonrisa.

Así, Arbolito se convirtió en el pueblo de la amistad, donde la Navidad no solo se celebraba con luces y galletitas, sino con gestos de cariño y amor. Y cada año, los cuatro amigos se aseguraron de recordar la importancia de esos momentos, haciendo de cada Navidad algo mágico e inolvidable.

FIN.

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