La Navidad de los Deseos Cumplidos
Era una fría mañana de diciembre en el Polo Norte, y en la mágica fábrica de juguetes de Santa, los elfos estaban trabajando con mucho entusiasmo. Los renos trotaban afuera, saltando en la nieve mientras esperaban a que llegara la época más mágica del año. Entre ellos estaba Blas, un reno que siempre soñaba con hacer algo especial en Navidad.
"¡Blas! Apurate, tenemos que terminar los juguetes para que Santa pueda entregarlos a tiempo!" - gritó Tico, un elfo que siempre estaba apurado.
"¡Ya voy! Pero, ¿no sería genial si pudiéramos hacer algo más que solo entregar juguetes?" - respondió Blas, con sus ojos brillando de emoción.
Tico se detuvo un momento, pensativo.
"¿Como qué?" - preguntó, intrigado.
"No sé... tal vez podamos cumplir deseos de los niños en el camino de entrega. ¡Sería una aventura!" - dijo Blas.
Tico rió.
"¡Eso suena loco! Pero... ¿por qué no? Vamos a proponerlo a Santa".
Al llegar a la oficina de Santa, los elfos y renos se encontraron con la calidez del gran hombre de barba blanca que los recibió con una sonrisa.
"¡Hola, chicos! ¿Cómo va todo?" - preguntó Santa, mientras repartía galletitas de jengibre entre los elfos.
"¡Santa! Blas tiene una idea peculiar" - dijo Tico, emocionado.
"¿Qué idea?" - inquirió Santa, mientras se acomodaba en su silla.
"Queremos cumplir deseos de los niños en el camino de entrega de los regalos" - explicó Blas.
Santa se rascó la cabeza y se rió.
"Siempre he sido un repartidor de regalos, pero... ¡suena como una gran aventura!"
"¡Pero hay un problema!" - agregó Tico. "¿Cómo sabremos qué desean los niños?"
"¡Eso lo podemos solucionar!" - exclamó Santa. "Vamos a hacer un globito de deseos. Cualquier niño que vea a Santa puede atar su deseo a un globo y lo lanzará al aire. Al momento de pasar, lo recogeremos y lo cumpliremos".
Los elfos estaban super emocionados por la idea, y así, todos empezaron a trabajar en los globitos de deseos: globos de colores brillantes, decorados con estrellas y corazones.
Finalmente llegó la noche de Navidad. Con el trineo lleno de juguetes y los globos amarrados a las correas de los renos, empezó la maravillosa aventura.
A medida que volaban sobre las ciudades y pueblos, Santa y los renos observaron a los niños que miraban al cielo, esperando el paso del trineo. Cuando un niño lanzaba un globo con su deseo, un elfo lo atrapaba y le daba una palmadita al reno que llevaba el encargo.
"¡Mirá!" - dijo Tico. "Ese niño quiere una bicicleta muy especial para su hermana".
"¡Vamos a cumplirlo!" - respondió Blas, mientras el grupo se dirigía a la casa del niño.
Así pasaron la noche, cumpliendo deseos: una bicicleta, un peluche, una guitarra... cada vez que un deseo era cumplido, la felicidad era palpable. Todos los niños que recibían sus deseos salían de sus casas riendo y vaciando las galletitas que habían dejado para Santa.
Sin embargo, un problema se presentó. En medio de la aventura, el trineo se atascó en una chimenea muy baja.
"¡Oh no! ¡No podemos quedarnos aquí!" - gritó Blas, preocupado.
"Podemos usar el espíritu navideño para empujar el trineo" - sugirió Tico.
Los elfos y los renos comenzaron a trabajar juntos y, con un gran empujón, lograron liberar el trineo. Lo más mágico de la situación fue que, al hacerlo, todos sus deseos especiales se sintieron aún más reales en sus corazones.
Finalmente, cuando se levantaba el sol de Navidad, todos sintieron una gran satisfacción.
"No sólo hemos entregado regalos, sino también alegría..." - comentó Santa, con una gran sonrisa.
"¡Y hemos cumplido los deseos!" - exclamó Blas, contento.
Desde ese día, cada Navidad se volvió especial; no sólo se entregaban regalos, sino también sueños y sonrisas.
Así, los renos y los elfos aprendieron que el verdadero espíritu de la Navidad no estaba en los regalos, sino en compartir felicidad y hacer felices a los demás.
Cada año, el proceso de lanzar globos de deseos se hizo parte de su rutina navideña, un recordatorio de que siempre hay algo más que dar.
Y colorín colorado, este cuento de navidad ha terminado.
FIN.