La Navidad de los Sueños
Era una hermosa mañana de diciembre y la familia Fernández estaba lista para su gran paseo de Navidad. Tomás, el hijo mayor, tenía su gorro de Papá Noel, mientras que Sofía, su hermanita, llevaba una bufanda roja brillante.
"¡Vamos, vamos!" - gritó Tomás emocionado.
"No olviden los bocadillos!" - recordó su madre, mientras cargaba la canasta.
La familia se subió al auto y partieron rumbo al parque. Pero en el camino, algo extraño comenzó a suceder. Primero, una sombra misteriosa cruzó la carretera de un lado a otro.
"¿Viste eso?" - preguntó Sofía, ojos como platos.
"Seguro fue un perro grande" - respondió Tomás, sintiendo un escalofrío.
Cuando llegaron al parque, todo parecía normal. Estaban decorando el árbol de Navidad y disfrutando de la música. Pero de repente, la música se detuvo y un viento helado sopló por el parque.
"¡Miren!" - gritó Sofía, señalando un grupo de luces que danzaban en el aire.
"¿Son fantasmas?" - preguntó Tomás, un poco asustado.
"No lo sé, pero me parecen luces mágicas" - respondió su madre.
Las luces comenzaron a acercarse, brillando con colores relucientes. De repente, comenzaron a formar figuras y se reían de una manera juguetona.
"¿Quieren jugar con nosotros?" - preguntó una de las luces, que parecía la más grande.
Tomás y Sofía se miraron, intrigados.
"¡Sí!" - gritaron al mismo tiempo.
Entonces, las luces los llevaron a un rincón del parque que había estado oculto. Allí, encontraron un trampolín mágico.
"¡Salten! ¡Salten!" - animaron las luces.
Los niños comenzaron a brincar, sintiendo que tocaban las nubes. Pero mientras jugaban, se dieron cuenta de que algunas de las luces estaban tristes.
"¿Por qué están tristes?" - preguntó Sofía.
"Estamos aquí para ayudar a los que han hecho cosas malas, pero ellos no saben que tienen que cambiar" - explicó una de las luces.
En ese momento, de la nada, apareció Santa Claus.
"¡Ho, ho, ho!" - exclamó alegremente.
"¡Hola, Santa!" - gritaron los niños, asombrados.
Santa se acercó y, mientras sacaba regalos de su gran bolsa, les dijo:
"Hoy voy a dar regalos, pero no a los que se portan bien, sino a los que deben aprender a ser mejores. Las luces me han guiado hasta aquí porque creen que todos pueden redimirse".
Los niños miraron a su alrededor y vieron a algunas personas que estaban siendo deshonestas o egoístas. Santa fue a cada persona y les entregó un regalo.
"¡Esto es para que entiendas que siempre hay oportunidad de ser mejor!" - dijo Santa a un hombre que había discutido con otro por un lugar de estacionamiento.
"¡No sabía que podía cambiar!" - respondió el hombre, sorprendido.
Sofía y Tomás se dieron cuenta de que enseñarles a otros a ser amables era más importante que simplemente recibir regalos.
"¡Yo quiero ayudar!" - dijo Sofía.
"¡Yo también!" - exclamó Tomás.
Entonces, los niños se unieron a Santa y las luces mágicas. Juntos, comenzaron a hablar con las personas del parque sobre la importancia de compartir y ser generosos.
A medida que pasaba el día, cada vez más personas comenzaron a unirse a ellos, prometiendo cambiar y ayudar a los demás.
"¡Sí, podemos ser mejores!" - gritó un grupo de niños, emocionados.
Cuando el sol comenzó a ponerse, Santa se despidió de todos, dejando atrás una estela de alegría y esperanza.
"Recuerden, la verdadera Navidad está en el amor y la bondad que compartimos con los demás" - dijo él con una sonrisa.
La familia Fernández volvió a casa con el corazón lleno de amor y una lección valiosa: ¡la Navidad es una oportunidad para cambiar y ser mejores personas!
Y así, cada año, no solo celebraban la Navidad con regalos, sino que también recordaban compartir alegría y bondad con quienes los rodeaban.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.