La Navidad de los Sueños



Era una noche fría de diciembre en la ciudad de Buenos Aires. Las luces de Navidad brillaban en cada esquina, pero en la casa de la familia Pérez había un aire de tristeza. La pequeña Valentina, de ocho años, miraba por la ventana mientras su papá, Juan, y su mamá, Ana, hablaban en voz baja.

"No sé cómo vamos a hacer para comprar los regalos este año", dijo Juan con preocupación.

"Yo tampoco lo sé, cariño. Pero lo más importante es estar juntos, ¿no?", contestó Ana tratando de sonreír.

Valentina, que escuchaba desde su rincón, decidió que quería hacer algo especial para que su familia tuviera una Navidad inolvidable. Así que, con un brillo en los ojos, salió a la calle en busca de ideas.

Mientras caminaba, encontró a su vecino, el viejo Don Ramón, que siempre contaba historias de sus tiempos de juventud. Valentina se acercó y le preguntó:

"¿Don Ramón, cómo celebrabas la Navidad cuando eras niño?"

"Ah, mi querida, era una época mágica. La gente compartía, ayudaba a los demás, y había un fuerte sentido de comunidad. Pero lo más importante era el cariño que nos teníamos", respondió con una tierna sonrisa.

Valentina tuvo una idea brillante. Si no podían comprar regalos, tal vez podían hacer algo más significativo. Regresó a casa y reunió a su familia:

"¡Tengo una idea! En lugar de gastar dinero en regalos, podemos hacer algo especial para ayudar a los demás.

Podemos organizar una fiesta navideña para los niños de la escuela que necesitan un poco de alegría."

Juan y Ana se miraron sorprendidos, pero pronto sus rostros se iluminaron.

"Eso suena maravilloso, Valentina!", dijo Ana entusiasmada.

Así que los tres comenzaron a hacer listas de cosas que podían organizar: juegos, comida, música y sobre todo, mucho amor. En las semanas siguientes, se dedicaron a planear y preparar todo lo que necesitarían para el evento. Valentina habló con sus compañeros de la escuela y no tardaron en sumarse más niños en la organización.

El día de la fiesta, la sala del gimnasio de la escuela se llenó de risas y colores. Había adornos hechos a mano, y una mesa larga con golosinas y dulces. Don Ramón incluso trajo su guitarra para tocar algunas canciones.

"¡Esto es mágico!", gritó Valentina mientras bailaba con sus amigos.

Los rostros de los niños a su alrededor brillaban de felicidad, y Valentina sintió que su corazón se llenaba de alegría al ver que habían traído sonrisas a otros. En un momento de la fiesta, se subió al escenario y agradeció a todos por estar allí:

"¡Gracias por compartir esta Navidad con nosotros! Espero que cada año podamos hacer esto uno de nuevo. ¡La mejor parte de la Navidad es dar!"

Al finalizar la fiesta, todos estaban cansados pero felices. Valentina se dio cuenta de que, aunque no habían intercambiado regalos, habían recibido algo mucho más valioso: la alegría de compartir.

Esa noche, cuando se sentó con su familia a disfrutar de un pequeño banquete, Juan, con los ojos húmedos de emoción, les dijo:

"No necesitamos regalos para tener una hermosa Navidad. Solo necesitamos amor y unión."

Valentina sonrió, sabiendo que esta Navidad había sido la mejor de todas. Y así, los Pérez aprendieron que la verdadera magia de la Navidad no está en lo que se recibe, sino en lo que se da. Desde entonces, hicieron de esta nueva tradición un evento anual, donde cada diciembre, reunían a la comunidad para celebrar la alegría de dar y ayudar a quienes más lo necesitaban.

FIN.

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