La Navidad de los Sueños en la Sierra



En un pequeño pueblito de la sierra de Perú, donde las montañas abrazaban al cielo y el aire era fresco y puro, los niños esperaban con ansias la llegada de la Navidad. Entre ellos estaba Lucía, una niña curiosa y soñadora, que siempre creía que las festividades traían consigo magia y sorpresas.

Un día, mientras jugaba cerca de un arroyo, escuchó a su abuelo Pedro contar historias sobre la Navidad de su juventud. "Nuestras familias se reunían y compartían risas, comidas, y sobre todo, sueños. Esa noche mágica, los corazones brillaban más que las estrellas"-, decía con nostalgia.

Intrigada, Lucía preguntó: "¿Pero abuelo, qué son esos sueños?"-

"Son las cosas que más deseamos y que llenan de luz nuestro corazón. A veces, se hacen realidad, si de verdad lo creemos"-, explicó su abuelo mientras miraba el cielo.

Con una idea brillante en la cabeza, Lucía decidió que este año quería hacer algo especial. "Voy a reunir a todos mis amigos y juntos vamos a crear una sorpresa para nuestras familias. Será una Navidad inolvidable"-, proclamó con entusiasmo.

Así que al día siguiente, Lucía fue casa por casa invitando a los demás niños del pueblo. Les dijo: "Vamos a hacer algo único. Escribiremos nuestras cartas de deseos y las colgaremos en el árbol del pueblo. ¡Así nuestros sueños volarán al cielo!"-

Los niños, emocionados, comenzaron a escribir sus cartas. Había deseos de paz, cariño y felicidad, pero también pedidos modestos, como conseguir una bicicleta o un nuevo juguete. "¡Esto va a ser increíble!"-, exclamó Martín, uno de los chicos más traviesos.

Cuando llegó la víspera de Navidad, todos los niños se reunieron en la plaza del pueblo. Lucía, con un gran árbol decorado con luces y cintas, dijo: "Ahora, ¿quién quiere colgar su carta?"-

Uno a uno, los niños subieron y colgaron sus deseos, sintiendo que cada carta era más que un simple papel: era una parte de ellos mismos. La alegría llenó el aire y se sentía la esperanza.

Pero cuando era el turno de Lucía, se dio cuenta de algo extraño. "No tengo un deseo en mi carta", murmuró para sí misma. De repente, un susurro llegó a su oído. Era su abuelo, que estaba observando desde lejos. "A veces, el mayor deseo es el que no se piensa. ¿Qué pasa si usas tu deseo para los demás?"- le dijo.

Inspirada por sus palabras, Lucía se acercó al árbol y escribió: "Deseo que este año, las familias del pueblo pasen una Navidad unidas y felices, en paz. Que compartamos una gran cena todos juntos"-.

Los demás niños se miraron y, entusiasmados, decidieron seguir el consejo de Lucía. Así que, con manos unidas, comenzaron a organizar una gran cena para la noche de Navidad. Mientras armaban todo, compartían risas, lloraban de alegría y contaban historias sobre los sueños de cada uno.

Finalmente, llegó la noche mágica. Las luces del pueblo brillaban más que nunca, y el aroma de la comida llenó el aire. Las familias comenzaron a llegar a la plaza, y al ver a sus hijos juntándose, se sintieron conmovidas.

"¿Qué es todo esto?"- preguntó la mamá de Martín.

"Estamos compartiendo!"- respondió Lucía con una sonrisa. "Esta Navidad, lo más importante son los sueños que se hacen en comunidad y en unión"-.

Así, la cena fue un festín de alegría. Todos disfrutaron de la comida, las risas y la música. Cada niño narró la historia de su carta, y muchos, al escuchar a los demás, también se animaron a compartir.

Al final de la noche, mientras los mayores agradecían por compartir un momento tan especial, Lucía se sintió feliz. "¡Miren! Los sueños se vuelven realidad cuando se comparten"- exclamó, mientras todos levantaban sus copas llenas de refrescos.

Las estrellas brillaban más que cualquier otro año, y la sierra parecía susurrar que la magia de la Navidad siempre estaba presente, especialmente cuando los corazones estaban llenos de amor y sueños compartidos. Así, en aquel pequeño pueblo de la sierra de Perú, Lucía comprendió que el verdadero regalo de la Navidad era la unión y el cariño que se brinda a los demás.

FIN.

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