La Navidad de Luna
Era una noche mágica en el hogar de la familia Montesino. La casa estaba vestida de luces brillantes, adornos coloridos y el aroma a galletas recién horneadas inundaba el aire. Mamá Yulitza, Papá Nerio, Gabriela y Andrea estaban preparando todo para recibir la Navidad. Pero este año, algo especial estaba en el horizonte.
-Eh, papá, ¿te acordás de lo que hablamos sobre adoptar un perro? - preguntó Gabriela emocionada, mientras miraba las luces del árbol.
-Sí, sí, pero no sé si será fácil con tantas cosas que tenemos que hacer para la cena de Navidad- respondió Papá Nerio, rascándose la cabeza.
Mamá Yulitza sonrió y añadió: -Creo que sería una hermosa manera de compartir la Navidad. La familia siempre es más grande cuando hay amor para dar.
Andrea, la hermanita menor, saltó de alegría: -¡Sí, sí! ¡Quiero un perrito! ¿Podemos ir a la perrera ahora mismo?
Después de un rato de discusión, decidieron que irían a la perrera. Al llegar, vieron muchos perritos moviendo la cola y haciendo ruidos felices.
-¡Miren! ¡Todos quieren ir a casa! - exclamó Gabriela, señalando a un perrito de orejas largas y ojos brillantes.
Pero, de repente, un perrito pequeño y animal se acercó tímidamente a ellas. Tenía un collar rosa que decía —"Luna" .
-¡Mirá esa! Se ve muy triste- dijo Andrea, agachándose para acariciar a Luna.
Luna la miró con sus ojos grandes y brillantes, y sonó un pequeño ladrido, casi como un susurro.
-Es como si nos estuviera pidiendo ayuda- dijo Yulitza, sintiendo un nudo en el corazón.
-¿La adoptamos? - preguntó Gabriela, mirando a sus padres con ojos esperanzados.
-Mmm... puede que haya un poco más de trabajo involucrado, pero me parece una excelente idea- respondió Papá Nerio, viendo cómo Luna movía la cola al recibir caricias.
Así fue como Luna se convirtió en parte de la familia Montesino. Esa noche, decoraron la casa con adornos navideños y le prepararon un rinconcito especial a Luna. La perrita se sentía amada y, por primera vez, no parecía triste.
La mañana de Navidad, la familia emocionada se despertó y corrió al árbol. Pero Luna se había escapado de su rincón y estaba sentada debajo del árbol.
-¡Miren! ¡Luna se unió a nuestra fiesta! - dijo Andrea, mientras le extendía un regalo envuelto en papel brillante. Luna olfateó el paquete con curiosidad.
-¡Vení, Luna! Ábrelo- aconsejó Gabriela, animando a la perrita a rasgar el papel.
Luna empezó a jugar con el envoltorio hasta que, de repente, encontró un juguete de peluche con una cuerda. Se la llevó a la boca, moviendo su cola a toda velocidad.
-¡Está feliz! - gritó Andrea.
Pero, justo en ese momento, sonó el timbre de la puerta. La familia se detuvo y se miró confundida.
-¿Quién será en Navidad? - preguntó Papa Nerio, y todos fueron a abrir la puerta. Al abrirla, se encontraron con un grupo de niños del barrio.
-¡Hola! ¡Felices fiestas! - dijeron al unísono, viendo a Luna, que corrió hacia ellos.
-¿Puede jugar con nosotros? - preguntó uno de los chicos.
-Por supuesto. Luna adora jugar con nuevos amigos. ¿Quieren acercarse? - respondió Yulitza, mientras los chicos sonreían.
Los niños se unieron y comenzaron a jugar con Luna. La casa de los Montesino se llenó de risas y ladridos. Papá Nerio y Mamá Yulitza prepararon galletas y refrescos. Mientras tanto, los chicos se acomodaron en el jardín.
-Luna tiene mucha energía. A veces, solo necesita un poco de cariño- comentó Gabriela, mientras todos se reían. Se sintió bien ver a Luna tan feliz.
Los niños y la familia Montesino pasaron un tiempo maravilloso juntos. Luna disfrutaba de cada momento, corriendo de aquí para allá, jugando a la pelota. Era el regalo perfecto para todos.
-Pero, ¿sabían que este amor y la nueva amistad que creamos hoy, son el verdadero espíritu de la Navidad? - preguntó Yulitza a todos.
-¡Sí! ¡Amor y amistad! - dijeron los niños, riendo y abrazando a Luna.
Y así, la familia Montesino y su nueva amiga, Luna, celebraron una Navidad llena de amor, empatía y amistad. Aprendieron que lo más importante no eran los regalos, sino los momentos compartidos y lo que podrían dar a los demás.
Porque a veces, el mejor regalo es un pedacito de amor, y siempre hay espacio en el corazón para más amigos. Y esa fue la Navidad que Luna jamás olvidaría.
FIN.