La Navidad de Matilda



Matilda era una niña muy curiosa y creativa. Desde que empezaba a sentir el frío en el aire, sabía que la Navidad estaba cerca. Y con la Navidad, llegaba también Papá Noel y sus regalos mágicos.

Un día, Matilda decidió sentarse en su escritorio para escribir una lista de regalos para Papá Noel. Tomó un papel y un lápiz y comenzó a imaginar qué cosas le gustaría recibir. Primero, pensó en juguetes.

"Quiero una muñeca nueva", escribió Matilda con letra grande y bonita. Luego, añadió: "Y también me encantaría tener unos patines nuevos para poder deslizarme por el hielo".

Pero mientras seguía escribiendo su lista, Matilda comenzó a pensar en algo más importante que los juguetes materiales. Recordó las veces que había compartido risas y juegos con otros niños en la plaza del barrio.

Entonces decidió agregar algo especial a su lista: "Deseo que todos los niños tengan sonrisas en sus rostros durante esta Navidad". Matilda sabía lo importante que era compartir momentos felices con los demás. La noche antes de Nochebuena, Matilda colocó cuidadosamente su lista de regalos debajo del árbol de Navidad.

Estaba tan emocionada por lo que vendría al día siguiente. Al despertar temprano en la mañana de Navidad, corrió hacia el árbol esperando encontrar montones de regalos envueltos en papel brillante. Pero para su sorpresa, solo había uno.

Con curiosidad abrió aquel único paquete envuelto con mucho cariño. Dentro encontró una carta de Papá Noel que decía: "Querida Matilda, he recibido tu lista de regalos y quiero darte algo aún más especial". Matilda abrió la carta con ansias y comenzó a leer en voz alta.

"El mayor regalo que puedes recibir en esta Navidad es el amor y la felicidad que compartes con los demás. No hay nada más valioso que hacer sonreír a quienes te rodean".

Matilda entendió entonces el verdadero significado de la Navidad. No se trataba solo de recibir cosas materiales, sino de dar amor y alegría a los demás. Decidió salir afuera y compartir su día con otros niños del barrio.

Jugaron juegos divertidos, cantaron villancicos juntos y rieron sin parar. La plaza estaba llena de risas y sonrisas. Al final del día, Matilda se dio cuenta de que había tenido la mejor Navidad de su vida.

No importaba cuántos juguetes tenía bajo el árbol, sino cuánto amor había compartido con los demás. Desde aquel día, Matilda aprendió a valorar las pequeñas cosas que hacen feliz a las personas a su alrededor.

Cada año, en lugar de escribir una lista llena de regalos materiales, ella escribía una carta para Papá Noel pidiendo un mundo lleno de sonrisas para todos.

Y así fue como Matilda descubrió que el verdadero espíritu navideño no está en lo que recibimos, sino en lo mucho que podemos dar desde nuestro corazón.

FIN.

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