La Navidad de Santa Ximena y sus Amigos
Era una fría mañana de diciembre en el pueblo de Villa Esperanza. Todos los niños estaban emocionados porque se acercaba la Navidad. En medio de esta algarabía, Ximena era conocida como Santa Ximena, la niña con una gran ilusión de hacer sentir felices a todos a su alrededor.
Un día, mientras Ximena organizaba un pequeño mercado navideño en su casa, decidió que este año no solo quería recibir, sino también dar. "Quiero hacer que todos tengan un regalo especial en Navidad", dijo mientras acomodaba algunos dulces en una mesa.
De repente, su amigo Nicolás, que siempre tenía una idea brillante, apareció con su juguete favorito, un camión de bomberos.
"Ximena, ¿por qué no hacemos un proyecto donde cada niño pueda hacer un regalo? Así todos darán algo, y todos se sentirán felices", sugirió Nicolás con su inconfundible entusiasmo.
Ximena sonrió: "¡Me encanta la idea! Pero necesitamos ayuda. ¿Quién más puede unirse?".
Decidieron convocar a su amigo Saúl, que era muy bueno haciendo manualidades. Cuando Saúl llegó, le contaron su plan. Saúl quedó emocionado: "Podemos hacer adornos navideños y algunas tarjetas para que los niños puedan escribir mensajes. Hay que recordar que lo mejor de dar viene del corazón".
Los tres amigos se pusieron manos a la obra. Montaron un pequeño taller en el jardín de Ximena. La primera tarde fue caótica pero divertida. Se llenaron de papel de colores, cintas brillantes y todo tipo de materiales reciclables. En el aire flotaban risas y canciones navideñas mientras realizaban sus creaciones.
A medida que pasaban los días, más y más niños se unieron al proyecto. Transformaron su taller en una verdadera fábrica de sueños. Entre risas y charlas, los niños hicieron muñecos de papel, decoraciones para los árboles y, sobre todo, aprendieron a escribir mensajes de amor y amistad.
Cuando llegó la noche del 24 de diciembre, todos estaban emocionados por el resultado. Cada niño trajo sus regalos y los colocaron en el centro del jardín. Ximena miró alrededor y sintió una profunda felicidad.
"Chicos, este año no solo recibimos regalos, ¡también dimos! Todos tienen algo para llevar a casa y comparte con sus familias", dijo ella mientras mostraba lo que habían preparado.
Nicolás añadió: "¡El espíritu de la Navidad no es solo recibir, es también hacer a otros felices!".
"Y lo hicimos juntos", sonrió Saúl. La noche se iluminó con la luna y los farolitos que habían hecho. Comenzaron a cantar villancicos, y en ese mágico momento comprendieron el verdadero valor de la amistad y la generosidad.
Pero, mientras todos disfrutaban, apareció un pequeño niño que se quedó al margen, un poco triste. Sus amigos lo invitaron a unirse, pero se veía renuente. Ximena se acercó a él y le preguntó:
"¿Por qué no te unes a nosotros?".
El niño, con voz temblorosa, respondió: "No tengo nada para ofrecer".
Ximena, con empatía, le dijo: "A veces, no se necesita tener algo físico para dar. Tu participación es un regalo en sí mismo".
Los niños reunieron su coraje y le ofrecieron crear un regalo juntos. Le hicieron una manualidad navideña y le escribieron una tarjeta. El niño, que antes estaba triste, sonrió y se unió al grupo.
"Gracias, ¡no sabía que podría dar también!".
Finalmente, todos los niños se reunieron alrededor del árbol, compartieron sus historias y el espíritu navideño se sintió más fuerte que nunca. La experiencia enriqueció sus corazones y comprendieron que el verdadero regalo de la Navidad reside en la unión, la paz y el amor.
Ese año, la Navidad en Villa Esperanza fue especial porque cada niño ya no solo esperaba recibir, sino que también se sentía alegre dando. La amistad de Ximena, Nicolás y Saúl se fortaleció, y aprendieron que todos podemos ser un poco como Santa, llenando de magia y alegría a quienes nos rodean.
Y así, la Navidad se convirtió en un tiempo de compartir, donde cada pequeño gesto era un gran regalo.
FIN.