La Navidad de Sofía
En una pequeña ciudad, vivía una niña llamada Sofía. Era conocida por su generosidad y siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaban. Sin embargo, cuando se acercaba la Navidad, Sofía comenzó a preocuparse. Quería hacerle un regalo a cada uno de sus amigos, pero no tenía dinero para comprarlos.
Una mañana, mientras observaba adornar el árbol de Navidad con su familia, le dijo a su mamá:
- Mamá, me gustaría regalarle algo a cada uno de mis amigos, pero no tengo dinero.
- Sofía, ¡la Navidad no se trata solo de regalos! Se trata de compartir y expresar lo que sentimos por los demás.
Sofía se sintió un poco mejor, pero no sabía cómo podría demostrar su cariño. Entonces, decidió salir a pasear por el barrio. En su camino, se encontró con su amiga Clara, quien también parecía preocupada.
- Sofía, ¿ya compraste los regalos? -preguntó Clara, con un tono de tristeza en su voz.
- No, no tengo dinero -respondió Sofía.
- ¡Yo tampoco! -exclamó Clara.
Ambas se sentaron en un banco del parque y comenzaron a pensar en cómo podrían sorprender a sus amigos sin gastar dinero. Fue entonces cuando Sofía tuvo una idea brillante.
- ¡Podríamos hacer regalos con las manos! Hacer cosas con lo que tenemos.
- ¡Sí! ¡Podemos hacer tarjetas, galletas y dibujar! -dijo Clara emocionada.
Desde ese día, Sofía y Clara comenzaron a trabajar en sus manualidades. Recolectaron materiales de la casa de Sofía, como cartulinas, pinturas, e incluso ingredientes de la cocina. Las tardes pasaban volando, entre risas y creatividad. La amistad se hacía cada vez más fuerte.
Un día, mientras estaban haciendo galletas, Clara dijo:
- ¿No crees que sería genial hacer una sorpresa para todos?
- ¡Totalmente! -respondió Sofía con una gran sonrisa.
Decidieron invitar a todos sus amigos a una fiesta navideña. Prepararon un cartelito que decía "¡Fiesta de la Amistad!" y lo pusieron en el parque donde siempre jugaban.
El día de la fiesta llegó, y todos sus amigos estaban muy emocionados. Al llegar al parque, se encontraron con luces hechas de papel, un árbol de Navidad decorado con sus propias manualidades y, lo más importante, una mesa llena de galletas.
- ¡Qué lindo está todo! -dijo Miguel, otro amigo.
- ¡Lo hicimos con mucho amor! -respondió Sofía.
Durante la fiesta, cada uno compartió lo que había creado, y no había regalos comprados, pero todos se sintieron ricos en cariño y alegría. Al final del día, con el sol ocultándose en el horizonte, Clara dijo:
- Nunca pensé que una fiesta sin regalos podría ser tan especial.
- La amistad es el mejor regalo de todos -respondió Sofía.
Desde aquel día, Sofía entendió que lo más importante no eran los regalos materiales, sino el amor y el tiempo que compartían juntos. La Navidad era, sin duda, una celebración de la amistad y la generosidad de cada uno.
Así, Sofía y Clara continuaron organizando fiestas de la amistad cada año, y su pequeña ciudad se llenó de risas, abrazos y un mundo de buenos recuerdos.
- ¡Feliz Navidad! -exclamaron todos al unísono, abrazándose bajo el árbol.
Y cada año, Sofía aprendía que lo más valioso de la vida eran las relaciones que creamos con quienes amamos, y eso no tenía precio.
FIN.