La Navidad del Grinch


Había una vez en el Polo Norte, un lugar mágico donde vivía Papanoel con sus fieles ayudantes, los elfos. Pero había un personaje que no creía en la navidad: el Grinch.

El Grinch era un ser gruñón y solitario que siempre trataba de arruinar la felicidad de todos. Un día, Papanoel decidió que era hora de hacer algo para cambiar la actitud del Grinch.

Reunió a cuatro valientes elfos y les dijo:- Quiero que vayan al Monte Crumpit y convenzan al Grinch de que la navidad existe. Si logramos hacerlo entender, su corazón se llenará de alegría y bondad. Los cuatro elfos se pusieron contentos por tener tan importante misión y partieron hacia el Monte Crumpit.

Cuando llegaron allí, encontraron al Grinch mirando desde lo alto cómo los habitantes del pueblo se preparaban para celebrar la navidad.

El primer elfo llamado Travesuras se acercó al Grinch con una sonrisa amigable y le dijo:- ¡Hola! Soy Travesuras, uno de los elfos ayudantes de Papanoel. ¿Sabías que hoy es Navidad? El Grinch frunció el ceño y respondió:- La navidad no existe. Es solo un invento comercial para gastar dinero.

El segundo elfo llamado Risitas intervino rápidamente:- ¡Oh, estás muy equivocado! La navidad es mucho más que regalos o compras. Es compartir momentos especiales con las personas queridas. Pero el Grinch seguía sin creerles.

Fue entonces cuando apareció el tercer elfo llamado Saltarín, quien comenzó a saltar y bailar alrededor del Grinch. - ¡Mira, mira! -exclamó-. La navidad es alegría y diversión.

¿No quieres ser parte de eso? El Grinch no pudo evitar sonreír tímidamente ante las ocurrencias de Saltarín, pero aún no estaba convencido. Fue entonces cuando el último elfo llamado Dulzura se acercó con una bandeja llena de galletitas navideñas. - ¿Te gustaría probar estas deliciosas galletitas? Son un clásico de la navidad.

El Grinch aceptó una galletita y al probarla, sintió un sabor dulce que le recordó a su infancia. Ese pequeño gesto hizo que algo en él cambiara. - Quizás... quizás hay algo más en la navidad -dijo el Grinch con voz suave-.

Tal vez he estado equivocado todo este tiempo. Los elfos sonrieron emocionados y juntos regresaron al Polo Norte para contarle a Papanoel lo ocurrido.

Al escuchar la historia, Papanoel se llenó de alegría y decidió hacer algo especial por el Grinch.

La noche de Navidad, mientras todos dormían, Papanoel dejó un regalo muy especial en la puerta del Grinch: una carta escrita por los elfos donde expresaban su gratitud por haberles abierto los ojos sobre lo maravillosa que era la navidad. Al leer la carta, el corazón del Grinch se llenó de emoción y comprensión. Finalmente entendió que la navidad era mucho más que regalos materiales; era amor, amistad y generosidad.

Desde ese día, el Grinch se convirtió en uno de los habitantes más queridos del pueblo. Ayudaba a decorar las casas, repartía regalos y compartía risas con todos.

Y así, gracias a la persistencia y bondad de Papanoel y sus elfos, el Grinch descubrió que la navidad existía en cada corazón dispuesto a recibir alegría. Y desde entonces, nunca más volvió a ser gruñón ni solitario.

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