La Navidad en el Pueblo de las Bromas



Hace mucho tiempo, en un pueblito llamado Guasonia, la gente no creía en la Navidad. Allí, todos se dedicaban a hacerse bromas pesadas entre ellos. Si alguien decía,

"¡Hoy es Navidad!", los demás respondían riéndose,

"¡Sí, y yo soy un reno!". Por eso, no había luces, ni árboles decorados, ni regalos, solo risas burlonas que resonaban en las calles.

Un día, mientras todos seguían con sus bromas, llegó un cartero llamado Emiliano. Emiliano era un chico que había viajado por muchos lugares y había visto cómo la Navidad llenaba de alegría a la gente. Al llegar a Guasonia, se dio cuenta de que el lugar carecía de esa magia.

El primer día, Emiliano fue recibido con una broma pesada. Un grupo de chicos le tiró un cóctel de confeti cuando abrió su buzón. Pero, en lugar de enojarse, sonrío y dijo:

- “¡Qué divertido! Pero, ¿y si hacemos algo diferente por Navidad? ”

- “¿Qué es eso? ¿Navidad? ¡Ja! Eso no existe aquí! ” le respondieron, riéndose nuevamente.

Emiliano, decidido a demostrar que la Navidad podía ser especial, empezó a recibir cartas misteriosas. Las cartas decían cosas como:

- “¡Quiero un tren de juguete! ”,

- “¡Deseo un muñeco de nieve que hable! ”.

Sorprendido, Emiliano no sabía quién las enviaba. Entonces, decidió investigar y encontró a alguien que lo ayudaría: su amigo Klaus, un anciano que vivía al borde del pueblo y que entendía de juguetes mejor que nadie.

- “Klaus, ¿te gustaría ayudarme a hacer estos juguetes? ”, le preguntó Emiliano. Klaus, con un brillo en los ojos, respondió:

- “¡Por supuesto! ¡La Navidad puede traer alegría! ”

Así, todos los días, Emiliano y Klaus se encerraban en el taller. Fabricaron trenes de juguete, muñecos de nieve, y muchos juguetes más. Mientras trabajaban juntos, Emiliano le contaba historias sobre la Navidad y sus tradiciones.

Al poco tiempo, los rumores sobre los juguetes hechos por Emiliano y Klaus comenzaron a circular por Guasonia. Las familias, curiosas, comenzaron a acercarse y, poco a poco, los corazones se iban llenando de ese espíritu navideño que antes no conocían.

Una tarde, una niña del pueblo, llamada Isabel, decidió enviar una carta a Emiliano:

- “Querido Emiliano, ¿podrías hacerme un regalo especial? Me gustaría tener una muñeca que cante.”

Emiliano, emocionado, prometió que la haría. Así, se metió mano a la obra junto a Klaus, y lograron crear una hermosa muñeca que cantaba dulces melodías.

Cuando la muñeca estuvo lista, Emiliano decidió entregarla en persona. Con el juguete en la mano, se dirigió a la casa de Isabel y, al llegar, encontró a todos los vecinitos rodeando a la pequeña.

- “¡Miren lo que traje! ”, dijo Emiliano, mientras mostraba la muñeca.

- “¡Es preciosa! ”, exclamó Isabel sorprendida.

Ver a Isabel tan contenta, hizo que los demás también sonrieran. Uno a uno, los niños empezaron a acercarse y a pedir sus propios juguetes. Ante este cambio, los adultos que antes hacían bromas en lugar de creer comenzaron a interesarse también.

Así, el cartero y Klaus se convirtieron en el corazón del pueblo, haciendo de Guasonia un lugar donde la risa no se trataba de bromas pesadas, sino de compartir alegría, amor y regalos.

La Navidad, por fin, había llegado al pueblo, gracias a la perseverancia y el trabajo en equipo de dos amigos. Emiliano nunca dejó de recibir cartas, lo que significaba que cada año habría nuevos juguetes y nuevas historias de alegría.

Y así fue como Guasonia cambió, convirtiéndose en el pueblo más alegre donde todos se preparaban para la Navidad. Desde entonces, el pueblo no solo se reía, sino que también celebraba, compartía y llenaba sus calles de luces y sonrisas, porque había aprendido que la magia de la Navidad estaba en dar y recibir alegría.

FIN.

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