La Navidad en San Blas



Era una noche mágica en la ciudad de Lima. Las luces de Navidad parpadeaban en cada esquina, y el aire estaba impregnado de un aroma delicioso a panetón y chocolate caliente. Sin embargo, en el barrio de San Blas había algo especial en el ambiente que hacía que los niños estuviesen más emocionados que de costumbre.

De repente, un carruaje brillante, tirado por renos de alegres colores, descendió del cielo y aterrizó suavemente en la pequeña plaza del barrio. Al abrirse las puertas, apareció Papá Noel, con su gran barba blanca y su traje rojo reluciente, y detrás de él, Mamanuela, su compañera incansable, con una enorme bolsa llena de regalos.

"¡Ho, ho, ho! ¡Hoy es la noche más especial del año!", exclamó Papá Noel con una gran sonrisa.

"¡Y estamos aquí para hacer felices a todos los niños de San Blas!", agregó Mamanuela, agitando su bolsa mágica.

Los niños, emocionados, corrieron hacia ellos. Entre risas y abrazos, el grupo comenzó a repartir regalos mientras contaban historias sobre el verdadero espíritu de la Navidad, que, según dijeron, no estaba solo en los obsequios, sino en el amor y la amistad.

"¿Ustedes saben cómo se celebra la Navidad en otros lugares del mundo?", preguntó Papá Noel.

"¡No! ¡Cuéntanos!", gritaron varios niños con los ojos brillando.

"En Noruega, por ejemplo, las familias preparan una cena exquisita y luego salen a cantar villancicos por la noche".

"¡Y en Japón, los amigos se reúnen para comer pollo frito!", añadió Mamanuela, provocando risas entre los niños.

Pero justo cuando todo parecía ir bien, un pequeño niño llamado Lucas se acercó con una pregunta.

"¿Y si no tengo regalos? ¿Cómo puedo celebrar la Navidad?".

Los rostros de los niños se apagaron un poco. ¿Cómo podían celebrar sin regalos?"¡Ah! ¡Eso es lo más hermoso de esta noche!", exclamó Papá Noel. "La Navidad se celebra en el corazón. Los momentos compartidos, la risa, y el cariño son el verdadero regalo. ¡Hagamos algo especial esta noche! ¡Vamos a organizar una fiesta!".

Los niños comenzaron a pensar en lo que podían hacer. Se unieron y decidieron preparar una gran cena con lo que cada uno podía aportar. Algunas familias traían empanadas, otras panetón, y así sucesivamente.

"Tendremos una fiesta en la plaza y todos están invitados, incluso aquellos que no tienen regalos", dijo feliz Ana, una de las niñas.

Mientras el carruaje se preparaba con luces brillantes, las familias de San Blas comenzaron a llegar a la plaza. Cuando las mesas estaban puestas y la comida compartida, comenzó la verdadera celebración.

Las risas, los juegos y las historias llenaron el aire. Como si fueran un solo corazón, se olvidaron de lo que había faltado y disfrutaron cada momento.

"¡Vengan, que ahora vamos a cantar!", gritó Mamanuela entusiasmada.

Los niños comenzaron a cantar villancicos y la música resonaba por toda la plaza, atrayendo a más vecinos.

Al final de la noche, Lucas miró a su alrededor, sonriendo con los demás. Había encontrado la verdadera esencia de la Navidad.

"¡Gracias, Papá Noel y Mamanuela! ¡Esta ha sido la mejor Navidad de todas!".

Papá Noel sonrió, sabiendo que su misión iba más allá de los regalos. La magia de la Navidad había nacido en San Blas, no en cosas materiales, sino en momentos compartidos y en el amor entre amigos.

Y así, con el corazón lleno de alegría, Papá Noel y Mamanuela se despidieron, volando en su carruaje de regreso al norte mientras los niños miraban con sueños en sus ojos. San Blas nunca olvidaría esa noche especial donde la verdadera magia de la Navidad se hizo realidad.

FIN.

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