La Navidad geométrica



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, un duende llamado Benito. Benito era un duende muy curioso y siempre se encontraba buscando cosas nuevas para explorar. Pero lo que más le fascinaba eran las figuras geométricas.

Cada año, cuando llegaba la Navidad, el pueblo se llenaba de luces y decoraciones hermosas. Y a Benito le encantaba salir a pasear por las calles para admirarlas.

Pero lo que realmente le emocionaba eran las figuras geométricas que veía por todas partes. Un día, mientras caminaba por el centro del pueblo, Benito vio un regalo envuelto en papel brillante con forma de cuadrado. Se acercó corriendo y dio saltitos de alegría al verlo.

"¡Oh! ¡Un cuadrado! ¡Qué maravilla!", exclamó Benito emocionado. Se subió encima del regalo y comenzó a dar vueltas, disfrutando cada segundo de su descubrimiento. Estuvo tan entretenido que no se dio cuenta cuando llegó al jardín del señor González.

El señor González era un amable anciano que tenía un árbol de Navidad en su jardín. El árbol estaba decorado con luces parpadeantes y adornos brillantes en forma de triángulos perfectos.

Cuando Benito vio los triángulos colgando del árbol, no pudo contener su emoción. "¡Triángulos! ¡Qué divertido!", gritó mientras saltaba entre las ramas del árbol. El señor González observó sorprendido la escena desde su ventana y se acercó al árbol para investigar.

Cuando vio a Benito, sonrió y decidió dejarlo disfrutar de su descubrimiento. Más tarde, mientras Benito seguía explorando el pueblo, se encontró con una tienda de decoración navideña. En la vitrina había un montón de esferas brillantes colgadas del techo.

Eran perfectos círculos que reflejaban la luz y creaban hermosos destellos. Benito no pudo contener su alegría y comenzó a rebotar entre las esferas, riendo sin parar. "¡Círculos! ¡Esto es genial!", exclamaba mientras saltaba de una esfera a otra.

Los transeúntes se detenían a observarlo maravillados por su energía y entusiasmo. Todos estaban contagiados por la felicidad de Benito. Pero el duende aún no había terminado de descubrir todas las figuras geométricas en Navidad.

Continuó su recorrido hasta llegar al parque central del pueblo, donde había un enorme arco hecho con luces ovaladas que simulaban ser foquitos navideños. Benito quedó asombrado al ver los óvalos brillantes colgando del arco.

Sin pensarlo dos veces, se trepó en uno de ellos y comenzó a balancearse felizmente. "¡Óvalos! ¡Esto sí que es divertido!", gritaba mientras daba vueltas en el aire.

La gente que pasaba por allí sonreía al verlo tan contento e incluso algunos niños se unieron a él para jugar en el arco de luces ovaladas. Finalmente, cuando la noche comenzó a caer, Benito miró hacia el cielo y vio un espectáculo que le robó el aliento. Miles de estrellas brillaban en la oscuridad, formando figuras maravillosas en el firmamento.

El duende no pudo contener su emoción y se acercó corriendo al campo abierto para disfrutar del increíble espectáculo. "¡Estrellas! ¡Son tan hermosas!", susurró Benito con admiración mientras las contemplaba.

Se tendió en la hierba y se quedó allí por horas, deleitándose con cada destello estelar. Y aunque estaba solo, se sentía feliz y lleno de gratitud por haber descubierto algo tan maravilloso como las figuras geométricas en Navidad.

Desde ese día, Benito siguió explorando nuevas formas y figuras geométricas durante todo el año. Pero siempre recordaría aquella Navidad especial donde descubrió que la belleza puede estar presente en todas partes si sabemos observar con ojos curiosos y un corazón abierto.

FIN.

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