La Navidad Mágica de Alahia y Matías
Era una mañana soleada en Pedregoso, San Isidro. Alahia, una niña de 6 años, saltaba de alegría en su habitación. La Navidad se acercaba y ella estaba decidida a hacer de estas fiestas algo especial.
- ¡Matías! - gritó emocionada mientras corría al cuarto de su hermano mayor. - ¡Ya mismo tenemos que empezar a decorar el árbol! ¡Faltan solo tres días para Navidad!
Matías, que estaba sentado frente a su computadora compartiendo un video con un amigo, apenas la escuchó.
- ¡Un segundo, Alahia! - contestó sin mirar.
A pesar de la respuesta, Alahia no se desanimó. Se acercó y le pidió con dulzura:
- Por favor, Matías, ¡es Navidad! ¡Vamos a hacerlo juntos!
Matías soltó un suspiro, pero la energía de su hermana era contagiosa.
- Está bien, está bien - dijo sonriendo -. Solo porque me lo pidas así. Pero te advierto, no quiero que hoy peleemos.
Alahia sonrió feliz. Empezaron a sacar las decoraciones del armario y mientras lo hacían, uno de los adornos se rompió.
- ¡Ay no! ¡Ese era mi favorito! - exclamó Alahia con lágrimas en los ojos.
- Tranquila, no pasa nada - contestó Matías, tratando de consolarla. Pero Alahia, frustrada, le lanzó una bola de algodón de las decoraciones.
- ¡Esto es culpa tuya! Si no hubieras sido tan descuidado, no se habría roto - reprochó.
Matías frunció el ceño, enfadado.
- Oye, Alahia, no fue intencional. ¡Servicio de decoración de navidad no incluye romper cosas! – bromeó para relajar el ambiente.
Pero Alahia seguía enojada y cruzó los brazos.
- ¡Matías! - dijo con reproche. - ¡No juegues!
Y aunque Matías quiso pedirle disculpas, decidió dejar que se calmara y continuó decorando en silencio.
De pronto el viento sopló con fuerza y una rama de un árbol cercano golpeó la ventana.
- ¿Qué fue eso? - gritó Alahia asustada.
- Fue solo el viento, no te preocupes - le respondió mientras se acercaba a la ventana.
Cuando miraron hacia afuera, vieron que la Navidad había llegado a Pedregoso. Una hermosa nevada cubría el lugar, y los árboles brillaban con luces.
- ¡Mirá, Alahia! - exclamó Matías. - ¡Es mágico!
Ambos salieron corriendo al patio, olvidándose rápidamente de la pelea.
Alahia cayó en la nieve y comenzó a hacer un muñeco, mientras Matías la miraba con una sonrisa.
- ¡Ven a ayudarme! - gritó Alahia con una gran sonrisa. - ¡Vamos a hacerlo el mejor muñeco de nieve!
Matías se unió a ella. Juntos le pusieron zanahorias como nariz, piedras como ojos y una bufanda que le había hecho su mamá.
Al ver su muñeco terminado, Alahia se emocionó.
- ¡Mirá qué lindo quedó! - dijo riendo. - ¡Como nosotros!
Matías, que estaba orgulloso, se puso a hacer una bola de nieve.
- ¡A la cuenta de tres le lanzamos! - propuso.
Y así comenzó una batalla épica de bolas de nieve, donde ambos reían y disfrutaban. Al final del día, cansados pero felices, regresaron a casa.
- Hermano, lo siento por lo de hoy - dijo Alahia mientras entraban.
- Yo también, Alahia - respondió Matías. - Hoy aprendí que las cosas materiales no son tan importantes como pasar tiempo juntos.
- ¡Sí! Y que la Navidad es más bonita cuando estamos juntos. - dijo Alahia mientras abrazaba a Matías.
Cuando llegó la noche de Navidad, el hogar de los hermanos brillaba con luces y el aire estaba lleno de alegría. Sabían que, a pesar de las diferencias y las pequeñas peleas, siempre se tendrían el uno al otro.
Y así, con el corazón lleno de amor, Alahia y Matías celebraron una Navidad mágica, recordando que la felicidad está en los momentos compartidos y en el cariño que se tienen.
Desde ese día, cada vez que discutían, miraban por la ventana hacia el muñeco de nieve que habían construido juntos, un recordatorio de que en cada pelea hay una oportunidad para volver a unir sus corazones.
FIN.