La Navidad Mágica de Alaska y Oliver



Era una mañana fresca de diciembre, y el hogar de Javi, Jonatan y su hijo Jonathan estaba lleno de luces y decoraciones navideñas. Alaska y Oliver, dos adorables gatitos, correteaban por el sofá, llenos de energía y curiosidad.

"- ¡Mirá, Alaska!" dijo Oliver, mientras se subía a la ventana. "- ¡La nieve está cayendo!"

"- ¡Es tan linda!" exclamó Alaska, maravillada. "- Quiero jugar en ella."

Jonathan, el niño de la casa, estaba armando un enorme muñeco de nieve en el jardín. "- ¡Gatitos! ¡Vengan a jugar conmigo!" gritó.

Alaska y Oliver, al escuchar la voz de su amigo, saltaron por la ventana. **Pero cosa curiosa**, una ráfaga de viento sopló y un copo de nieve grande como una pelota de tenis se coló al interior de la casa, aterrizando justo en la cabeza de Oliver.

"- ¡Mirá eso!" se rió Jonathan mientras sus papas venían a verlo.

"- ¡Es un gatito de nieve!" hizo Javi.

"- No me digan eso, ¡soy un gatito real!" protestó Oliver, sacudiéndose la nieve.

Con esa pequeña broma, todos rieron y comenzaron a preparar la cena navideña. Alaska y Oliver miraban desde la cocina, donde los deliciosos olores de galletas y pavo llenaban el aire.

"- Vamos a ayudarles", dijo Alaska con determinación.

"- ¡Sí! Aunque creo que no somos buenos chefs", se rió Oliver.

Pero la idea de ayudar no era tan fácil. Al intentar alcanzar un cuenco con masa para galletas, Alaska terminó volcando toda la harina al suelo.

"- ¡Oh, no!" gritó Jonathan, riendo. "- ¡Ahora tenemos un piso nevado también!"

"- Somos los mejores ayudantes, ¿no?" dijo Oliver con picardía, mientras jugaban en la harina.

A medida que pasaba la tarde, Javi y Jonatan comenzaban a preparar el árbol de Navidad.

"- ¡Vamos a buscar las decoraciones!" dijo Jonatan emocionado.

"- ¡Yo quiero poner la estrella!" dijo Jonathan.

"- ¡Nosotros también!" maullaron Alaska y Oliver, imaginándose cómo sería adornar el árbol.

Al llegar al box donde guardaban las decoraciones, encontraron una bola de Navidad que había rodado un poco lejos. "- ¡Mirá!" dijo Alaska, con sus ojos brillando. "- Esa bola brilla como el sol. Creo que quiere unirse a la fiesta."

"- ¡Vamos a hacerla brillar!" sugirió Oliver al ver cómo la bola reflejaba toda la luz alrededor.

Justo cuando estaban a punto de alcanzarla, la bola se escabulló rodando hacia la cocina.

"- ¡Atrás! ¡Cuidado con la harina!" gritó Jonathan mientras se lanzaba tras la bola.

Los gatitos decidieron no ser superados por el niño. Corrieron tras él, haciendo que la bola rodara más rápido. En un giro inesperado, ¡la bola saltó y aterrizó en el árbol de Navidad!"- ¡Lo logramos!" gritó Jonathan.

"- Es como un milagro navideño", rió Javi.

Ya entrada la noche, la familia se reunió alrededor del árbol. Cada uno tenía su propia tradición y Javi sacó una caja llena de adornos. "- ¡Es hora de contar la historia de nuestra primera Navidad juntos!"

Todos se acurrucaron, incluidos Alaska y Oliver, encantados con la alegría de su familia.

"- Antes de terminar la historia, debemos hacer algo especial", dijo Jonatan, mirando a sus gatitos. "- ¿Qué tal si hacemos una ofrenda navideña para los animales de la calle?"

"- ¡Sí!" exclamó Jonathan.

Alaska y Oliver se miraron, entendiendo que la Navidad también se trataba de dar y compartir con los demás. Rápidamente, los dos gatitos se pusieron a ayudar, saltando a las cajas y empujando con sus patas las latas de comida.

"- ¡Esta será la mejor Navidad de todas!" suspiró Alaska.

Finalmente, la familia, junto a Alaska y Oliver, se dispusieron a armar varias bolsitas de comida para dejarlas fuera de su casa. Jonathan empacaba las latas, y sus papas escribieron un mensaje sobre las galletas para que los animales supieran que era una fiesta.

"- ¡Todos merecen disfrutar de la Navidad!" dijo Javi.

"- ¡Y nosotros somos sus pequeños ayudantes!" agregó Oliver.

Cuando terminaron, el cielo se tiñó de un hermoso azul y las estrellas comenzaron a brillar como nunca.

"- Miren, ¡las estrellas celebran con nosotros!" dijo Jonatan, con los ojos llenos de ilusión.

"- Sí, ¡y nos recuerdan que siempre hay espacio para la bondad en el mundo!" concluyó Alaska.

Cansados pero felices, los gatitos se acurrucaron junto a Jonathan en el sofá, mientras la noche navideña continuaba con risas y alegría. En ese instante, entendieron que la verdadera magia de la Navidad no solo se encontraba en los regalos, sino en el amor y la generosidad hacia los demás.

FIN.

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