La Navidad Mágica de Carlota y Santiago



Era una fría mañana de diciembre, y Carlota, una niña de 3 años, se despertó con una gran sonrisa al ver que la nieve cubría todo su jardín. "¡Mira, Santiago!" exclamó, saltando de alegría. Santiago, su hermanito de 1 año, balbuceó feliz y aplaudió con sus manitas mientras miraba por la ventana.

"¡Es Navidad!" dijo Carlota, "¡Tenemos que prepararnos para la fiesta!". La pequeña comenzó a pensar en todas las cosas que podían hacer para celebrar este día tan especial. En la sala, había un árbol de Navidad decorado con luces brillantes y adornos de colores.

"¿Querés ayudarme a hacer estrellas de papel para colgar en el árbol?" le preguntó Carlota a Santiago.

"¡Sí!" respondió Santiago con su tonito divertido, aunque no entendía del todo lo que estaba pasando.

Las dos pequeñas manos fueron cortando y pegando trocitos de papel. Mientras trabajaban, Carlota recordó que el año pasado habían hecho galletitas de jengibre.

"¡Santiago! ¿Qué te parece si hacemos galletitas? Aún queda tiempo antes de que llegue la familia!"

"Galletitas, galletitas," repetía Santiago emocionado.

Así que, con sus delantales puestos, ambas se pusieron manos a la obra. Carlota meneaba la harina mientras Santiago hacía un gran desorden con los ingredientes. Entre risas y harina en el aire, las galletitas fueron tomando forma. Luego, Carlota decidió que no podían faltar los adornos.

"Vamos a decorarlas con chisporroteo de colores. ¡Van a ser las más bonitas!" dijo Carlota.

"Chis-chis, chis-chis," reía Santiago, feliz.

Cuando finalmente hornearon las galletitas, el olor llenó toda la casa. La mamá de Carlota y Santiago se asomó con una gran sonrisa y dijo:

"¡Wow! Qué deliciosas huelen esas galletitas, muchachos. ¿Puedo probar alguna?"

"¡Sí!", gritaron ambos al unísono.

Después de un rato, la familia se reunió en el living. Papá, Mamá, abuelos, tíos y primos estaban allí, listos para disfrutar de la magia de la Navidad. La mesa estaba decorada con mucho cariño, y el árbol brillaba con las estrellas que habían hecho Carlota y Santiago.

"¡Mirad lo que hicimos!" exclamó Carlota orgullosa, señalando las estrellas y las galletitas.

"Me encanta!" dijo la abuela, abrazándola.

Pero mientras la familia comenzaba a disfrutar de la comida, un suave sonido comenzó a escucharse. Era un repiqueteo ligero que venía de la ventana.

"¿Qué será eso?" preguntó Papá, curioso. Todos miraron hacia afuera y vieron un pequeño pajarito que parecía estar tratando de entrar.

"Pobrecito, parece que quiere unirse a la celebración," dijo Mamá.

"¡Vamos a ayudarlo!" propuso Carlota, emocionada.

Mientras todos se acercaban a la ventana, Santiago intentó abrir la puerta, pero aún era muy pequeño.

"¡Déjame a mí!" exclamó su hermana, abriendo la puerta con mucho cuidado.

El pajarito se acercó volando, y todos se quedaron asombrados.

"No te preocupes, pequeño amigo, estás en casa ahora," susurró Carlota.

"¿Qué le damos de comer?" preguntó Santiago, buscando algo entre los platos.

Rápidamente, la mamá trajo algunas migajas de pan y el pajarito, hambriento, comenzó a comerlas.

"¡Qué bonito es compartir!" dijo Papá sonriendo.

"Aprendimos que la Navidad se trata de compartir y cuidar de quienes nos rodean," concluyó Mamá.

Así, mientras el pajarito disfrutaba de su comida, todos se reunieron en torno al árbol, celebrando la Navidad con amor y alegría. Y aunque Carlota y Santiago hicieron muchas cosas ese día, se dieron cuenta de que el regalo más grande era estar juntos con su familia y ayudar a los que lo necesitaban. Desde ese día, siempre dejaron espacio en su mesa y en su corazón para quienes querían celebrar junto a ellos.

Y así, la Navidad se volvió un tiempo de magia y alegría para Carlota y Santiago, llenándolos de amor y risas para siempre.

FIN.

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