La Navidad mágica de Francisco



Era una fría mañana de diciembre en un pequeño pueblo argentino, y Francisco estaba ansioso. La Navidad se acercaba y la casa estaba llena de luces brillantes y un decorado árbol que parecía contar historias con cada bola que tenía. Su hermano Felipe estaba en la cocina, ayudando a su mamá a preparar deliciosas galletitas de jengibre. Y en el jardín, su leal perra Lupe corría de aquí para allá, persiguiendo a las hojas que caían con el viento.

Francisco se asomó por la ventana y sonrió al ver a Lupe brincando. Se volvió hacia Felipe y le dijo:

"¿No crees que Lupe también debería tener su propia navidad?"

"¿Cómo?" preguntó Felipe mientras sacaba más masa de la mesa. "No creo que los perros celebren la Navidad como nosotros."

"¡Claro que sí! ¡Podríamos hacerle una fiesta!" dijo Francisco emocionado.

Los dos hermanos comenzaron a planear la fiesta de Navidad para Lupe. Decidieron invitar a sus amigos del barrio. Compraron galletas especiales para perros y decoraron el jardín.

Día tras día, Francisco y Felipe se dedicaron a los preparativos, ignorando un pequeño problema: la nieve caía cada vez más fuerte, y temían que el clima estropeara su gran fiesta. Así que un día, mientras llenaban la piñata con los dulces, Francisco tuvo una idea brillante:

"¿Qué tal si hacemos la fiesta en el salón?"

"¡Es una genialidad! Así Lupe estará a salvo y podremos seguir con nuestra idea”, dijo Felipe.

La víspera de Navidad llegó y todo estaba listo. La casa olía a galletas recién horneadas y el ambiente estaba tan festivo que hasta Lupe parecía entender que algo especial iba a suceder. A lo largo de la tarde, amigos y perros llegaron al hogar. Todos reían y jugaban en un ambiente lleno de alegría.

Cuando llegó la hora de la piñata, Francisco le explicó a todos:

"Esta es nuestra forma de celebrar a Lupe. Sus amigos pueden jugar y llevarse a casa algunas golosinas para disfrutar."

"¡Y también habrá sorpresas para los dueños!" agregó Felipe.

La piñata fue un éxito. Los perros ladraban emocionados y los niños se reían. Pero, de repente, un viento fuerte hizo que la piñata se moviera y golpeara a Lupe en la cabeza. Todos se quedaron en silencio por un instante.

"¡Lupe! ¿Estás bien?" preguntó Francisco preocupado.

"Sí, estoy bien" ladró Lupe, como si entendiera la situación.

Se rieron al ver que la perra no solo estaba bien, sino que parecía disfrutar aún más del juego. Y así, entre risas y ladridos, la fiesta continuó, creando momentos inolvidables.

Cuando la noche llegó, y las luces del árbol titilaban como estrellas, Francisco se sentó al lado de Lupe. La perra se acurrucó a su lado y él sonrió.

"Esta fue la mejor Navidad de todas, ¿no crees?"

"Sí, pero hay que esperar que vuelva a llegar" contestó Felipe, observando a sus amigos jugar.

Francisco miró a su alrededor y sintió que la verdadera magia de la Navidad no estaba solo en los regalos, sino en los buenos momentos compartidos en familia y con amigos. Y así, esa Navidad se convirtió no solo en un recuerdo, sino en una promesa: cada año, celebrarían no solo la Navidad, sino también a Lupe y la alegría de compartir.

Desde aquel año, Francisco y Felipe crearon una tradición, y cada Navidad, organizaban una fiesta para todos los perros del barrio. La casa se llenó de abrazos, risas y ladridos felices. A veces, las pequeñas cosas pueden hacer la diferencia, y lo más importante es estar rodeado de quienes amamos.

FIN.

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