La Navidad mágica de Pepe y Fliko
Era la víspera de Navidad en un pequeño pueblo llamado Alegralandia. Pepe, un niño alegre y curioso, estaba muy emocionado porque su mejor amigo, Fliko, un pequeño perro de pelaje marrón y orejas largas, lo acompañaría en la celebración.
La tarde comenzó con un hermoso cielo rosa cuando Pepe y Fliko se encontraron en el parque.
"¡Fliko! ¡Hoy es Navidad! ¿Tenés idea de lo que eso significa?" - gritó Pepe mientras daba pequeños saltos.
"¡Guau! ¡Fiesta, juguetes y mucho, mucho amor!" - ladró Fliko moviendo su cola de felicidad.
Pepe sonrió, pero recordó algo.
"Sabés, Fliko, también es momento de dar. No solo de recibir regalos. ".
"Sí, ¡me encanta dar! ¿Qué podemos hacer para ayudar a otros?" - preguntó Fliko.
Pepe tomó un lápiz y un papel y comenzó a hacer una lista.
"Podemos hacer tarjetas navideñas para los abuelitos del salón de ancianos, y llevarles galletas que haga mi mamá. Eso seguro les alegrará el día."
"¡Genial! Y también podríamos..." - Fliko empezó a pensar en otra idea.
Los dos amigos decidieron hacer un recorrido por el vecindario, recolectando alimentos no perecederos para ayudar a los que no podían festejar.
"¡Vamos, Fliko! ¡Hay mucho por hacer!" - exclamó Pepe, lleno de entusiasmo.
Reunieron arroz, pastas, latas de atún y hasta algunos juguetes que ya no usaban. Mientras hacían su recorrido, conocieron a personajes leales y amables. Un viejo vecino les brindó unas galletas que había hecho.
"¡Gracias, señor! A los abuelitos les va a encantar esto."
Cuando terminaron, tenían una gran cantidad de cosas para entregar. Sin embargo, a mitad del camino, el cielo se nubló y empezó a llover.
"Ay, Pepe, ¿y ahora qué hacemos con todo esto?" - preguntó Fliko, preocupado.
"No podemos rendirnos, amigo. ¡La Navidad no se detiene solo por un poco de lluvia!" - respondió Pepe.
Con su espíritu navideño, Pepe decidió que seguirían adelante. Se pusieron impermeables y continuaron su camino. Al llegar al salón de ancianos, la lluvia había parado. Los abuelos los recibieron con sonrisas y abrazos.
"¿Qué son todas esas cosas?" - preguntó la abuela Clara.
"Son para ustedes, para que tengan una Navidad más linda" – contestó Pepe emocionado.
Los ojos de los abuelos brillaban de felicidad.
"Gracias, muchachos, son unos verdaderos angelitos" - dijo el abuelo Joaquín.
La tarde se convirtió en una maravillosa celebración: todos se acomodaron en círculo y comenzaron a contar historias de navidades pasadas. Fliko, al ver a todos tan felices, empezó a ladrar de alegría.
"¡Este es mi lugar favorito, Pepe!" - exclamó mientras jugueteaba con un pequeño niño que había ido con sus abuelos.
"Me alegra que estés feliz, Fliko. ¡Justo como debe ser la Navidad!" - dijo Pepe.
Los abuelos les regalaron a Pepe y Fliko un hermoso adorno que habían hecho: dos estrellitas que simbolizaban la amistad.
"¡Miren! Llevaremos esto a casa y lo colgaremos en nuestro árbol" - dijo Pepe mientras lo sostenía con orgullo.
"¡Guau, eso es hermoso!" - ladró Fliko emocionado.
Cuando regresaron a casa, la familia de Pepe estaba organizando una gran cena.
"¡Mirá, Fliko! ¡Preparan cosas ricas!" - dijo Pepe mientras corría hacia el olor de las galletas recién horneadas.
"¡Me encanta la cena de Navidad!" - adicionó Fliko.
Finalmente, el reloj marcó la medianoche y en el pueblo comenzaron los fuegos artificiales.
"¡Feliz Navidad, Fliko!" - gritó Pepe con toda su alegría.
"¡Feliz Navidad, Pepe! Gracias por hacer de esta una Navidad mágica" - ladró Fliko mientras los dos amigos miraban al cielo.
Y así, Pepe y Fliko aprendieron que la verdadera magia de la Navidad no se encuentra solo en los regalos, sino en compartir y dar amor a los demás.
FIN.