La Navidad mágica del abuelo Andrés
Era una tarde soleada de diciembre y el abuelo Andrés estaba muy emocionado. Había preparado todo para celebrar la Navidad con sus tres nietos: Sofía, Lucas y Martín. La casa estaba decorada con luces brillantes y un enorme árbol de Navidad ya estaba adornado con esferas de colores. Sin embargo, había un pequeño problemita: la familia no había podido reunirse en años por distintas razones, y el abuelo sentía que este año era especial.
"- ¡Chicos, hoy vamos a hacer algo mágico!", les dijo el abuelo. Sofía, la más pequeña, con sus rulos dorados, miró al abuelo lleno de curiosidad. "- ¿Magia? ¿Cómo es eso, abuelo?", preguntó.
"- Vamos a hacer una cena de Navidad increíble, pero necesitamos un ingredientito especial: el amor de la familia. Así que, mientras cocinaré, los invito a que hagan dibujos de lo que más les gustaría que sucediera en esta Navidad. ", respondió Andrés, con una sonrisa.
Los niños se sentaron alrededor de una mesa con lápices de colores y hojas en blanco. Sofía dibujó un enorme árbol de Navidad lleno de regalos. Lucas, más pensativo, hizo un dibujo de toda la familia juntos en una gran mesa. Martín, que siempre era el más travieso, decidió hacer un dibujo de un unicornio que trajo paz y amor.
"- Este unicornio va a asegurarse de que todos estén aquí", exclamó Martín mientras reía. Ambos hermanos se unieron a su risa.
Mientras los niños se divertían, el abuelo Andrés comenzó a cocinar una rica cena. Preparó su famosa lasaña y un postre de manzana con canela. Cuando terminó de cocinar, decidió que también quería hacer algo muy especial: un árbol de galletas de jengibre.
"- ¡Llamemos a abuela!", sugirió Sofía. "- Ella tiene la mejor receta. ", agregó con ojos brillantes.
El abuelo dudó un momento. Había tenido muchos recuerdos felices cocinando con su esposa y se dio cuenta de que quería compartir su amor por la cocina con toda la familia. Lynette, la abuela, vivía un poco lejos, pero Andrés pensó que no había nada que no pudiera hacer un poco de amor familiar. Decidió llamar.
"- ¡Lynette! Vení, tus nietos y yo estamos preparando la cena de Navidad y necesitamos tu ayuda para unas galletitas de jengibre", dijo, con entusiasmo.
"- ¡Claro que sí, querido!", contestó la abuela. "- ¡Ya estoy en camino! Me llevo los ingredientes. ", agregó emocionada.
Mientras esperaban a la abuela, los niños decidieron usar sus dibujos. "- Vamos a colgarlos en el árbol como un regalo de Navidad para papá y mamá", sugirió Lucas. Todos estuvieron de acuerdo y rápidamente empezaron a llenar el árbol de dibujos de colores.
Finalmente, la abuela llegó y la casa se llenó de nuevo de risas y alegría. "- ¡Qué bonito el árbol!", exclamó. La abuela enseguida fue al azar en la cocina para preparar las galletitas junto al abuelo Andrés.
Los nikitos ayudaron, mezclando, amasando y cortando las galletitas con cortadores de diferentes formas. Mientras la abuela y el abuelo cocinaban, contaban historias sobre cuando eran pequeños. "- ¿Sabían que solía escribir cartas a Santa Claus?", contó la abuela.
"- Yo solía dejar galletas y leche para él", agregó el abuelo Andrés mientras los niños reían.
Y así, la tarde pasó volando. Se sentaron juntos a la mesa, compartieron anécdotas, probaron las galletitas y disfrutaron de una cena deliciosa. Justo cuando terminaron de cenar, escucharon un suave tintineo. Sorprendidos, miraron hacia la ventana y vieron luces titilantes iluminando el cielo oscuro.
"- ¡Es la estrella de Navidad!", gritó Sofía. Todos se acercaron al vidrio para ver. De pronto, se escuchó un golpe en la puerta. ¿Quién sería? El abuelo Andrés abrió la puerta y se encontró con el resto de la familia, que había llegado sin que nadie los esperara. "- ¡Sorpresa!", gritaron todos juntos.
El abuelo se sonrojó, no podía creerlo. Con lágrimas de alegría, los recibió y les contó todo lo que habían preparado. La casa se llenó de abrazos y risas, y la Navidad se convirtió en un verdadero momento mágico.
"- ¡Este año es especial!", dijo el abuelo mientras miraba a todos sus seres queridos a su alrededor. "- La familia siempre será lo más importante. No importa la distancia, si hay amor, siempre estaremos unidos en el corazón. ", concluyó.
La noche terminó con un gran brindis, lleno de risas y amor. Todos juntos celebraron cada momento, recordando lo que realmente significaba la Navidad: estar juntos y compartir el amor de la familia.
Desde aquel día, los niños nunca olvidaron lo que había aprendido con su abuelo: la verdadera magia de la Navidad radica en el afecto y la compañía de quienes queremos. Y así, la Navidad seguía siendo un momento especial para recordar y celebrar en familia, año tras año.
FIN.