La niebla del lazo eterno


José y Sara eran dos amigos inseparables desde que eran muy chicos. Vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas y siempre encontraban aventuras para vivir juntos.

Un día, mientras jugaban cerca del río, vieron a lo lejos una enorme montaña. Ambos se miraron emocionados y decidieron que debían escalarla. Sabían que sería un gran desafío, pero estaban dispuestos a enfrentarlo juntos. Se prepararon con todo lo necesario: mochilas con comida, agua, cuerdas y una brújula.

Comenzaron su ascenso temprano por la mañana, siguiendo el sendero marcado en el mapa que habían conseguido en la biblioteca del pueblo. La subida era empinada y difícil, pero José y Sara no se dieron por vencidos.

Se animaban mutuamente cuando uno de ellos comenzaba a sentir cansancio o miedo. Juntos superaron obstáculos como rocas resbaladizas y caminos estrechos. Después de horas de esfuerzo, finalmente llegaron a la cima de la montaña.

La vista era impresionante: podían ver todo el valle extendido ante sus ojos. Ambos saltaron de alegría mientras disfrutaban del hermoso paisaje. Pero justo cuando pensaban que su aventura había terminado, notaron algo extraño en el horizonte.

Una densa niebla empezó a cubrir todo el valle rápidamente. José y Sara sabían que debían bajar lo más rápido posible antes de quedar atrapados allí arriba. Comenzaron su descenso apresuradamente pero se dieron cuenta de que se habían perdido en la montaña.

No podían encontrar el camino de regreso al sendero principal y la niebla empeoraba cada vez más. "José, estoy asustada. ¿Qué vamos a hacer?" dijo Sara con voz temblorosa. "No te preocupes, Sara.

Vamos a encontrar una solución juntos", respondió José tratando de mantener la calma. Decidieron usar las cuerdas que llevaban para bajar por un costado de la montaña.

Fue un descenso peligroso pero lograron llegar a una pequeña cueva donde podrían resguardarse hasta que la niebla se disipara. Pasaron horas en la cueva, compartiendo historias y jugando juegos para distraerse del miedo.

Finalmente, cuando el sol comenzó a aparecer entre las nubes, salieron de su escondite y vieron que ya no había rastro de niebla. Con cuidado, siguieron explorando hasta encontrar el camino correcto para volver al pueblo.

Cuando finalmente llegaron, fueron recibidos con abrazos y lágrimas de alegría por parte de sus familias y amigos que habían estado preocupados por ellos durante toda la noche. La experiencia había sido difícil pero les enseñó algo muy importante: siempre podían confiar en el otro y juntos eran capaces de superar cualquier obstáculo.

Desde ese día, José y Sara siguieron viviendo aventuras increíbles juntos, sabiendo que su amistad era indestructible.

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