La niña bella del campo



En un hermoso pueblo rodeado de verdes prados y montañas, vivía una niña llamada Clara. Tenía una risa contagiosa y una hermosa cabellera dorada que brillaba bajo el sol. Clara pasaba sus días explorando el campo, recogiendo flores y jugando con los animales de la granja de su abuelo. Ella era conocida como la niña bella del campo, no solo por su apariencia, sino también por su bondad y amor hacia la naturaleza.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Clara escuchó un suave llanto. Al acercarse, encontró a un pequeño conejo atrapado en unas ramas.

"¡Oh, pobrecito!" - exclamó Clara.

Con mucho cuidado, Clara liberó al conejito.

"Gracias, niña bella. Me llamo Nube. Te prometo que siempre estaré a tu lado" - dijo el conejo, moviendo su colita con gratitud.

A partir de ese momento, Nube se convirtió en su fiel compañero. Juntos recorrían el bosque, creando juegos y compartiendo aventuras. Pero un día, algo extraño ocurrió. Mientras Clara y Nube caminaban cerca del arroyo, notaron que las flores comenzaban a marchitarse y el agua se veía oscura.

"Esto no está bien, Nube. Algo le está ocurriendo a nuestro hogar" - dijo Clara, preocupada.

"Debemos investigar y averiguar qué lo causa" - respondió el conejo, decidido.

Esa misma tarde, Clara y Nube se dirigieron a la cima de una colina, donde podían ver todo el valle. Allí, avistaron una gran fábrica en el horizonte, emitiendo humo y desechos al río. Clara sintió un nudo en el estómago. No podía permitir que su bello campo se destruyera.

"¡Tenemos que hacer algo!" - afirmó Clara.

Así que Clara, con la ayuda de Nube, decidió hablar con los aldeanos. Reunió a los niños del pueblo y les propuso una idea.

"Vamos a unir fuerzas y cuidar de nuestra tierra. Podríamos organizar una campaña para limpiar el arroyo y plantar nuevas flores" - explicó Clara.

Los niños, emocionados, aceptaron de inmediato. Alentados por Clara, comenzaron a recolectar basura en el arroyo y a sembrar semillas de colores por todo el campo. Después de varios días de trabajo duro, el arroyo comenzó a verse más claro y las flores empezaron a brotar nuevamente.

"¡Mirad qué belleza!" - exclamó Nube, saltando de felicidad.

Pero no todo terminó ahí. Una mañana, mientras Clara y los niños jugaban, la dueña de la fábrica se acercó al grupo. Era una mujer mayor, con una mirada triste.

"Hola, pequeños. He estado observando todo lo que hacen. Mi fábrica está contaminando el río y no me había dado cuenta del daño que causaba. Quiero cambiar y ayudarles en su proyecto" - dijo la mujer, con sinceridad.

Clara, sorprendida pero abierta al cambio, respondió:

"Podemos trabajar juntos. Si decides hacer que la fábrica sea más amigable con la naturaleza, podrías ser nuestra aliada."

La mujer asintió con gratitud y se comprometió a investigar formas de reducir la contaminación y hacer donaciones de materiales para la reforestación. Clara y los niños, felices ante esta nueva oportunidad, siguieron trabajando con entusiasmo.

Con el tiempo, el arroyo se limpió por completo, las flores brotaron en todo su esplendor, y la fábrica se transformó en un lugar más ecológico.

Cada vez que Clara salía a caminar con Nube, sonreía al ver cómo su pequeño esfuerzo había hecho una gran diferencia.

"Mirá, Nube, nuestro pueblo es más bonito que nunca. ¡Juntos podemos lograr cualquier cosa!" - exclamó Clara.

Desde ese día, Clara aprendió el poder de la acción y la importancia de cuidar el mundo que la rodeaba. Nunca olvidó que la verdadera belleza viene del amor y la dedicación que uno pone en cuidar su hogar.

FIN.

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