La niña bondadosa


Había una vez una niña llamada Enojona. A diferencia de su nombre, ella era feliz y muy amigable. Siempre tenía una sonrisa en su rostro y le encantaba hacer nuevos amigos.

Enojona vivía en un pequeño pueblo donde todos se conocían. Un día, mientras caminaba por el parque, vio a un nuevo niño sentado solo en un banco.

Se acercó con curiosidad y le preguntó:- ¡Hola! Soy Enojona, ¿cómo te llamas? El niño levantó la cabeza y respondió tímidamente:- Me llamo Lucas, pero no tengo amigos aquí. Enojona sintió empatía por Lucas y decidió hacer todo lo posible para ayudarlo a sentirse bienvenido. Juntos jugaron al escondite, saltaron la cuerda y construyeron castillos de arena.

Un día, mientras exploraban el bosque cercano al pueblo, escucharon un ruido extraño proveniente de un árbol alto. Al mirar hacia arriba, descubrieron a un pajarito atrapado entre las ramas. - ¡Pobrecito! -exclamó Enojona-.

Tenemos que ayudarlo a bajar. Enojona trepó rápidamente al árbol mientras Lucas esperaba abajo con los brazos extendidos para atrapar al pajarito cuando cayera. Después de varios intentos fallidos, finalmente lograron rescatar al pajarito y lo dejaron volar libremente.

El pajarito les cantó una hermosa melodía como muestra de gratitud antes de desaparecer entre los árboles. A medida que pasaba el tiempo, Enojona y Lucas se volvieron inseparables.

Juntos, ayudaron a los ancianos del pueblo a cuidar sus jardines, organizaron una feria para recaudar dinero para el orfanato local y plantaron árboles en el parque. Un día, mientras jugaban cerca de un río, escucharon un grito desesperado.

Corrieron hacia la orilla y vieron a un perro luchando por mantenerse a flote en el agua. - ¡Tenemos que salvarlo! -gritó Enojona. Sin pensarlo dos veces, ella saltó al agua y nadó hasta donde estaba el perro.

Con todas sus fuerzas, lo llevó de regreso a la orilla donde Lucas ya esperaba con una toalla caliente. El dueño del perro llegó corriendo y les dio las gracias por salvar a su querida mascota. Enojona y Lucas sonrieron orgullosos sabiendo que habían hecho algo bueno.

Con cada acto amable que realizaban juntos, Enojona se daba cuenta de cuánto disfrutaba ayudar a los demás. Aprendió que ser amigable no solo le traía felicidad a ella misma, sino también a quienes la rodeaban. Enojona e Lucas continuaron siendo grandes amigos durante muchos años.

Siempre estuvieron dispuestos a tender una mano cuando alguien necesitaba ayuda o simplemente ofrecer una sonrisa cálida cuando alguien se sentía triste.

Y así fue como Enojona demostró al mundo que incluso con un nombre extraño puedes ser feliz, amigable y hacer la diferencia en la vida de los demás.

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