La niña con capucha roja perdida en la gran ciudad



Había una vez, en una gran ciudad llena de ruidos y luces, una niña llamada Lila. Lila era una niña muy curiosa y siempre vestía una capucha roja que su abuela le había tejido. Un día, mientras paseaba por el parque, su mirada se desvió hacia un hermoso globo amarillo que flotaba en el aire.

"¡Mirá ese globo!" exclamó Lila, emocionada.

Decidida a atrapar el globo, comenzó a correr. Sin embargo, se distrajo tanto intentando alcanzarlo que se adentró en una parte de la ciudad que no conocía. Al darse cuenta de que estaba perdida, su cara se llenó de preocupación.

"¿Dónde estoy?" murmuró, mirando a su alrededor. Las grandes edificaciones la hacían sentir pequeña.

Mientras vagaba por las calles, conoció a un perro callejero llamado Bolt. Era un perro grande, pero sus ojos eran amables.

"¿Te ayudo a encontrar el camino a casa?" preguntó Bolt.

"¡Sí, por favor!" respondió Lila, feliz de tener compañía.

Juntos comenzaron a andar, pero pronto se dieron cuenta de que no era tan fácil. Las calles eran un laberinto, y Lila se sentía cada vez más perdida. De repente, se encontraron con una señora que vendía flores.

"Hola, niña. ¿Qué haces sola?" preguntó la señora.

"Estoy buscando mi casa, pero no sé el camino," respondió Lila con un suspiro.

"Escucha, si quieres, puedo ayudarte. Pero primero, elige una flor. Cada flor tiene su propia historia y puede darte un poco de energía para continuar tu búsqueda," dijo la señora sonriendo.

Lila eligió una flor roja, que le recordaba a su capucha. La señora le dio la flor y le dijo:

"Esta flor es especial. Cada vez que sientas que no sabes por dónde ir, acércala a tu corazón y piensa en algo que te haga feliz. Eso te ayudará a encontrar el camino."

"¡Gracias!" respondió Lila con una sonrisa.

Siguieron su camino y mientras caminaban, Bolt empezó a contarle historias de otros perros que vivían en la calle.

"Hay un perro que salta por los parques y ladrando hace reír a todos. A veces, la gente le da comida y le hace una fiesta," dijo Bolt.

"¡Qué divertido! ¿Y cómo puedo ayudar a otros, como tú, cuando sea grande?" preguntó Lila.

"Solo tienes que ser amable y compartir. Eso es lo que nos gustaría que hicieras, aunque a veces no podamos estar juntos,” explicó Bolt.

Mientras caminaban, Lila y Bolt se encontraron con un grupo de niños jugando a la pelota. Al verlos, Lila se sintió un poco triste porque quería jugar, pero no sabía si debería.

"¿Por qué no te unes?" sugirió Bolt. "A veces hay que ser valiente y dar el primer paso."

Lila respiró profundamente y decidió acercarse. "¿Puedo jugar con ustedes?" preguntó timidamente.

"Claro, ¡bienvenida!" le respondieron los niños.

Esa tarde, Lila se divirtió mucho jugando con los niños. Se olvidó de su tristeza y empezó a hacer nuevos amigos. Al caerse, un niño le acercó la mano.

"¡Vamos, levántate! Todos caemos. Lo importante es levantarse y seguir jugando!" dijo el niño con una gran sonrisa.

Más tarde, cuando el sol comenzó a ponerse, Lila se acordó de que aún necesitaba encontrar el camino a casa. Miró su flor roja y, al tenerla cerca de su corazón, recordó a su abuela y su cálido hogar.

"¡Vamos Bolt!" dijo emocionada, "creo que sé cómo llegar."

"¿En serio? ¡Qué bien!" ladró Bolt, moviendo su cola.

La niña y el perro empezaron a seguir el camino que Lila recordaba. A medida que caminaban, pudo ver un lugar que le parecía familiar.

"¡Es mi casa!" gritó Lila mientras corría hacia su hogar.

Bolt se quedó esperándola justo en la puerta. "Recuerda siempre lo que aprendiste hoy, Lila: ser amable, hacer nuevos amigos y seguir tu camino."

Lila miró a Bolt y dijo: "Nunca olvidaré. ¡Gracias por ayudarme esta tarde!"

"Y yo nunca olvidaré tu capucha roja," respondió Bolt mientras regresaba a su aventura.

Desde ese día, Lila siguió explorando la ciudad, ayudando a otros y haciendo amigos en el camino. Se dio cuenta de que aunque a veces uno puede sentirse perdido, siempre hay un camino de regreso y siempre se puede hacer algo bueno por los demás. Además, con cada día que pasaba, la capucha roja de Lila parecía brillar más, simbolizando su valentía y generosidad.

Y así, en la gran ciudad llena de aventuras, Lila, la niña de la capucha roja, se convirtió en un pequeño rayo de luz.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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