Había una vez una niña llamada Lucía, que siempre llevaba puesta una capucha roja.
Un día decidió visitar a su abuela que vivía al otro lado del bosque.
Lucía caminaba alegremente por el sendero, recogiendo flores y disfrutando del cálido sol de la tarde.
Sin embargo, en el bosque, un lobo feroz estaba al acecho, y de repente, con un salto, se interpuso en su camino.
- ¡Alto ahí, pequeña!
- dijo el lobo con voz grave - He estado esperando a alguien como vos.
¡Ahora ven conmigo!
Lucía, aunque un poco asustada, no quería que el lobo la intimidara.
- ¡No voy a ir a ningún lado contigo!
- exclamó con valentía.
El lobo, frustrado, decidió atrapar a Lucía y la llevó a su escondite en el bosque.
Pero justo en ese momento, algo inesperado sucedió.
En una carretera cercana, viajaba el Bombero Firebot, un valiente robot de bomberos que se dedicaba a ayudar a los que lo necesitaban.
La carretera estaba llena de figuras geométricas de colores: triángulos amarillos, cuadrados rojos, círculos verdes y rectángulos azules.
Al ver la escena desde lejos, Firebot se asustó por la niña atrapada y decidió actuar.
- ¡No puedo dejar que ese lobo asuste a esa niña!
- se dijo a sí mismo y aceleró.
Con su gran velocidad, Firebot llegó a la cueva del lobo casi al instante.
- ¡Alto, lobo feroz!
- gritó Firebot - ¡Suéltala!
No puedes asustar a los demás.
El lobo se dio la vuelta sorprendido.
Nadie había osado enfrentarlo de esa manera.
- ¿Y quién te crees tú, robotito?
- respondió sarcásticamente el lobo.
Firebot, sin dudarlo, empezó a usar sus habilidades.
- ¡Te advierto que tengo una manguera con agua!
- proclamó con firmeza.
Lucía, aprovechando la distracción, se asomó detrás de Firebot y le dijo:
- ¡Bombero Firebot, yo puedo ayudar!
Si dibujamos figuras geométricas, el lobo tal vez se distraiga.
- ¡Buena idea, Lucía!
- dijo Firebot - Pero ¿cómo vamos a hacer eso?
- ¡Utilizando estos colores!
- continuó Lucía, señalando las figuras que adornaban la carretera - ¡Podemos pedir ayuda a sus colores!
Así que decidieron crear un gigantesco mural en la entrada de la cueva del lobo con toda clase de figuras: círculos verdes, triángulos amarillos y cuadrados rojos.
El lobo, al ver todas esas formas y colores brillantes, no pudo resistir la curiosidad.
- ¿Qué es todo esto?
- preguntó el lobo, acercándose.
- Son figuras que simbolizan la amistad y la creatividad - respondió Firebot - Si te unes a nosotros, podrías aprender a hacerlas también en lugar de asustar a otros.
El lobo, sorprendido y algo intrigado, empezó a calmarse.
- Nunca aprendí a dibujar ni a jugar como los demás… - murmuró, con un tono de tristeza.
- ¡Nunca es tarde para aprender!
- exclamó Lucía.
- ¡Podemos mostrarte cómo hacerlo!
El lobo dudaba, pero decidió darles una oportunidad.
Juntos, comenzaron a crear figuras geométricas, y de a poco, el lobo se fue sintiendo más alegre.
- Esto es muy divertido - admitió el lobo con una sonrisa.
- Siento que he estado equivocado al asustar a la gente.
- Puede que no sea tarde para cambiar, querido amigo - dijo Firebot.
- Todos merecemos una segunda oportunidad.
Desde ese día, el lobo dejó de ser feroz y se convirtió en un excelente artista.
Lucía, Firebot y el lobo comenzaron a trabajar juntos para hacer hermosos murales en el bosque, enseñando a muchos otros a disfrutar del arte y la amistad.
Así, Lucía llegó a la casa de su abuela y no solo trajo su amor, sino también una historia asombrosa de amistad y cambio.
- ¡Siempre recuerda, Lucía!
- decía Firebot - las figuras geométricas pueden hacer maravillas, pero lo más importante es el corazón que ponemos al crearlas.
Y así, la niña de capucha roja, el valiente Bombero Firebot y el ya no feroz lobo vivieron muchas aventuras juntos, llenando el bosque de innombrables colores, risas y amistad en cada rincón.