La niña de la luna y los animales hambrientos


Había una vez una niña llamada Luna, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos bosques. Luna era muy curiosa y siempre estaba ansiosa por aprender cosas nuevas sobre la naturaleza.

Un día, mientras paseaba por el bosque, Luna se encontró con un grupo de animales que parecían tristes y hambrientos. Había conejos, venados y pájaros que buscaban desesperadamente algo para comer. Luna se preocupó mucho por ellos y decidió ayudarlos.

Corrió a su casa y le contó a su abuelo lo que había visto. El abuelo era un hombre sabio y le dijo a Luna: "Si quieres ayudar a los animales, primero debes entender cómo funciona la naturaleza".

Luna escuchó atentamente las palabras de su abuelo y decidió investigar más sobre los bosques y las plantas. Pasó horas en la biblioteca leyendo libros sobre botánica y ecología.

Un día, mientras estudiaba acerca de las plantas del bosque, Luna descubrió algo sorprendente: algunas plantas tenían frutos nutritivos que podrían alimentar a los animales hambrientos. Emocionada con esta nueva información, Luna comenzó a recolectar semillas de estas plantas especiales.

Con cuidado, sembró las semillas en su jardín trasero e hizo todo lo posible para asegurarse de que crecieran sanas y fuertes. Pasaron semanas hasta que finalmente las plantitas comenzaron a crecer. Los frutos maduraron rápidamente y pronto estuvieron listos para ser cosechados. Luna estaba emocionada cuando vio los primeros frutos en su jardín.

Rápidamente los recolectó y se dirigió hacia el bosque para alimentar a los animales. Cuando llegó al bosque, Luna encontró a los animales que había visto anteriormente.

Se acercó a ellos y les ofreció los deliciosos frutos que había cultivado con tanto amor. Los animales estaban encantados y empezaron a comer con alegría. Pronto, sus estómagos vacíos se llenaron de energía y vitalidad.

Un conejo llamado Ciro se acercó a Luna y le dijo: "¡Gracias por ayudarnos! No sabes lo difícil que ha sido encontrar comida últimamente". Luna sonrió y respondió: "Estoy feliz de poder ayudarlos. Pero recuerden, cuiden también de la naturaleza.

Si protegemos los bosques y las plantas, siempre habrá suficiente alimento para todos". Los animales asintieron con la cabeza, entendiendo el mensaje de Luna. A partir de ese día, colaboraron juntos para cuidar del bosque y asegurarse de que todas las plantas crecieran sanas.

Luna continuó investigando sobre la naturaleza y compartiendo sus conocimientos con otros niños del pueblo. Juntos, aprendieron cómo preservar el medio ambiente y mantener un equilibrio saludable entre los seres vivos.

Con el tiempo, el pequeño pueblo prosperó gracias al esfuerzo conjunto de sus habitantes por proteger la naturaleza. Y así fue como Luna demostró que una niña curiosa puede hacer grandes cosas cuando lucha por alimentar no solo a los animales hambrientos sino también a su entorno natural.

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