La Niña de la Selva Ucayalina



Era una mañana clara en la Selva Ucayalina. La niña, llamada Lía, se despertó con el canto de los loros que vivían en su casa de paja.

"¡Buenos días, Lía!" - gritó su hermano, Tomás, mientras entraba al cuarto.

"¡Buenos días, Tomás!" - respondió Lía con una sonrisa.

Lía era una niña curiosa, siempre descubriendo cosas nuevas en el bosque. Sus días estaban llenos de aventuras y risas junto a sus hermanos, Tomás y Sofía. Criaban papagayos de colores vibrantes, mientras que las tortugas siempre estaban haciendo travesuras en el pequeño estanque del patio.

Una tarde, mientras exploraba cerca del río, encontró algo extraño. Era un objeto brillante entre las hojas. Se acercó con cuidado, y al levantarlo, se dio cuenta que era una antigua brújula.

"¡Miren lo que encontré!" - exclamó Lía, corriendo hacia sus hermanos.

"¿Qué es eso?" - preguntó Sofía, inclinándose para mirar.

"No estoy segura, pero parece que nos puede ayudar a encontrar el camino en el bosque!" - dijo Lía emocionada.

Decidieron seguir la dirección que marcaba la brújula al día siguiente. Empacaron algunas frutas que habían cosechado y partieron hacia lo desconocido.

Mientras caminaban, descubrieron una cascada escondida.

"¡Miren qué hermosa es!" - gritó Sofía mientras corría hacia el agua.

"Cuidado, Sofía!" - advirtió Tomás, pero ya era tarde. Sofía se resbaló y cayó al agua.

Lía, sin pensarlo dos veces, saltó detrás de su hermana y logró sujetarla.

"¡Estás bien!" - dijo Lía con alivio mientras salían a la orilla.

"Gracias, Lía. Eres mi heroína!" - respondió Sofía, con una sonrisa llena de gratitud.

Después de ese pequeño susto, la brújula los llevó a una parte del bosque donde nunca habían estado. Allí encontraron una comunidad de animales que nunca habían visto antes: un grupo de monos juguetones, un majestuoso jaguar y coloridas mariposas que danzaban entre las flores.

Pero de repente, escucharon un gran ruido.

"¡Miren!" - gritó Tomás, señalando. Un árbol había caído y bloqueaba el camino de regreso.

"¿Qué hacemos ahora?" - preguntó Sofía, un poco asustada.

"No podemos volver por aquí, pero debemos ser valientes y encontrar otro camino" - respondió Lía con determinación.

Los tres hermanos miraron a su alrededor y vieron una senda que se adentraba más en el bosque. Juntos, decidieron seguirla. A medida que avanzaban, la selva se tornaba más densa, pero también más mágica. Encontraron unArcoíris que se formó después de una lluvia ligera y hasta descubrieron un claro lleno de flores exóticas.

"Esto es increíble!" - exclamó Lía.

"Mira, deberíamos recoger algunas flores para llevárselas a mamá" - sugirió Sofía.

"Buena idea!" - dijo Tomás.

Sin embargo, mientras estaban distraídos recogiendo flores, notaron que comenzaron a perderse.

"No puedo encontrar la brújula," - expresó Lía, nerviosa.

"¡Ay no!" - respondió Tomás.

"Tranquilos, debemos pensar con claridad, siempre hay una solución" - dijo Sofía.

Recapacitaron y decidieron dejar caer las flores; cada uno se quedó en un punto diferente para observar el entorno. Después de un rato, Lía gritó:

"¡Acá! ¡Vengan!"

La brújula volvió a apuntar hacia el camino correcto, y los tres se reunieron rápidamente. Juntos decidieron seguir el sentido contrario del viento, empleando el conocimiento que habían adquirido viajando por la selva. Muy pronto encontraron un sendero que los llevó de regreso a su hogar.

Al llegar, su mamá los abrazó fuertemente.

"¡Estábamos preocupados!" - dijo su mamá.

"Lo sentimos, mamá. Solo estábamos explorando!" - dijo Lía.

De esa aventura, Lía aprendió que la curiosidad es maravillosa, pero que siempre es esencial ser responsables y cuidar a los demás.

"Quisiera ser como vos, Lía," - dijo Sofía, admirándola.

"Podemos ser iguales, siempre y cuando trabajemos juntos y nos cuidemos" - respondió Lía.

Y así, la niña de la selva no solo había descubierto lugares mágicos, sino también el valor de la familia y el trabajo en equipo, convirtiéndose en una niña valiente y sabia en el corazón de la Selva Ucayalina.

FIN.

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