La niña de las flores rosas
Había una vez una niña llamada Luna, quien tenía ojos tan grandes y brillantes como la luna misma. Pero lo que más destacaba de ella era su piel, que estaba cubierta de flores rosas.
Todos los días, Luna se despertaba temprano para cuidar sus flores y asegurarse de que estuvieran bien alimentadas y felices. Un día, mientras regaba sus flores en el jardín trasero de su casa, Luna escuchó un pequeño llanto proveniente del otro lado del muro.
Curiosa por saber qué había detrás del muro, se subió a una escalera para ver lo que había al otro lado. Para su sorpresa, encontró a un gato atrapado enredado en unas ramas espinosas.
Luna no dudó ni un segundo en ayudar al gato. Con mucho cuidado y paciencia logró desenredarlo y liberarlo de las espinas. El gato estaba tan agradecido con ella que decidió quedarse junto a Luna como su fiel compañero.
"¡Gracias por salvarme! ¿Cómo puedo recompensarte?"- preguntó el gato. "No necesito ninguna recompensa,"- respondió Luna amablemente,"Solo me alegra haber podido ayudarte. "Desde ese día en adelante, el gato acompañaría a Luna todas las mañanas mientras regaba sus flores.
Juntos exploraban el jardín y descubrían nuevos amigos entre las plantas.
Pero un día, cuando salieron al jardín temprano por la mañana como siempre hacían, notaron algo extraño: todas las flores habían perdido su color rosa característico y se habían vuelto grises y marchitas. "¿Qué ha pasado con mis flores?"- preguntó Luna preocupada. "No lo sé,"- respondió el gato,"pero parece que algo les ha pasado. Tal vez necesiten más agua o sol.
"Luna estaba muy triste por la situación de sus flores, así que decidió investigar qué había sucedido. Preguntó a los vecinos, buscó en libros y en Internet, pero nadie parecía tener una respuesta para ella.
Un día, mientras caminaba por el parque cercano a su casa, se encontró con un anciano sabio que estaba sentado bajo un árbol. El anciano notó la tristeza en los ojos de Luna y le preguntó qué le pasaba.
"Mis flores han perdido su color rosa y no sé cómo ayudarlas"- dijo Luna con lágrimas en los ojos. El anciano sonrió gentilmente y le dijo:"Las flores rosas representan la felicidad y el amor.
A veces, cuando enfrentamos situaciones difíciles como tú estás haciendo ahora mismo, nuestras emociones pueden afectar todo lo que nos rodea. Quizás tus flores están reflejando tu tristeza. "Luna entendió lo que el anciano quería decirle: las emociones pueden ser contagiosas y afectar a nuestro entorno.
Entonces decidió dejar de preocuparse tanto por sus flores y comenzar a enfocarse en cosas positivas como jugar con su amigo gato o leer sus cuentos favoritos. Poco a poco las flores comenzaron a recuperar su color rosa brillante.
Así es como Luna aprendió una valiosa lección sobre la importancia de mantener una actitud positiva y cómo nuestras emociones pueden afectar todo lo que nos rodea.
Desde ese día en adelante, Luna se aseguró de siempre mantener su mente y corazón llenos de amor y felicidad para poder compartirlo con todos los que la rodeaban.
FIN.