La niña de las palabras mágicas



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Mailen. Desde muy pequeña, Mailen tenía una habilidad increíble: podía hablar y expresarse a través de palabras sabias.

Cuando ella hablaba, las personas se asombraban por la profundidad y la sabiduría que salían de su boca. Mailen vivía con sus padres en una modesta casa cerca del bosque. Aunque era diferente a los demás niños, siempre fue amable y respetuosa con todos.

Pero a medida que crecía, Mailen empezó a darse cuenta de que su habilidad especial no siempre era bien recibida por todos. Un día, mientras caminaba por el pueblo, Mailen escuchó a un grupo de niños burlándose de ella.

Decidieron gastarle una broma para demostrar que sus palabras sabias eran solo tonterías. "¡Miren quién viene! La niña parlanchina", se burlaron los niños. Mailen no se dejó intimidar y decidió enfrentarlos con valentía.

Les dijo:"Las palabras tienen el poder de construir o destruir. Yo elijo usarlas para construir puentes entre las personas". Los niños quedaron sorprendidos ante la respuesta inteligente de Mailen y decidieron dejarla tranquila. A pesar del incidente, Mailen siguió compartiendo su sabiduría con aquellos dispuestos a escucharla.

Ayudaba a los vecinos mayores con consejos sobre cómo cultivar sus jardines o solucionar problemas cotidianos.

Un día, un anciano llamado Don Manuel le pidió ayuda a Mailen para resolver un conflicto entre dos amigos cercanos que se habían distanciado por una discusión. Mailen escuchó atentamente a Don Manuel y pensó en cómo podría ayudar.

Decidió organizar una reunión entre los dos amigos y les dijo:"La amistad es como un árbol, que necesita cuidado y atención para crecer fuerte. No permitan que una pequeña discusión los aleje". Los amigos siguieron el consejo de Mailen y decidieron hablar sobre sus diferencias.

Pronto, se dieron cuenta de que la pelea no tenía sentido y se abrazaron, volviendo a ser amigos inseparables. La noticia de lo sucedido llegó rápidamente a oídos del pueblo, y poco a poco más personas acudían a Mailen en busca de sus palabras sabias para resolver problemas personales.

A medida que Mailen ayudaba a las personas con sus palabras sabias, el pueblo comenzó a apreciar su talento especial. Comprendieron que la sabiduría no tenía edad ni tamaño, sino un corazón lleno de amor y comprensión.

Con el tiempo, la fama de Mailen trascendió las fronteras del pueblo. Llegaron invitaciones para dar charlas en otras ciudades e incluso países lejanos. Mailen aceptó algunas invitaciones pero siempre regresaba al pequeño pueblo donde había crecido.

Allí encontraba paz y felicidad rodeada de las personas que amaba. Y así fue como Mailen utilizó su habilidad increíble para llevar luz y sabiduría al mundo entero. Aprendimos junto con ella que nunca debemos subestimar el poder de las palabras sabias, sin importar quién las diga.

FIN.

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