La niña de los ojos marrones y el arcoíris de colores



Había una vez una niña de ojos marrones llamada Clara que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes. Clara tenía una pasión especial: ¡le encantaba pintar! Su día a día estaba lleno de colores, pinceles y lienzos por doquier.

Una mañana, Clara decidió que era hora de crear su obra maestra. "Voy a pintar un hermoso arcoíris que muestre toda la felicidad del mundo", se dijo a sí misma mientras espetaba su pincel contra el lienzo en blanco. Empezó a mezclar colores, pero justo en ese momento, su amiga Sofía llegó al jardín.

"¿Qué estás haciendo, Clara?", preguntó Sofía intrigada.

"Voy a pintar un arcoíris", respondió Clara, emocionada.

"¡Qué lindo! Pero, ¿no crees que es difícil?", dijo Sofía.

"No, solo tengo que imaginarlo y dejar que los colores fluyan", contestó Clara con determinación.

Sofía se sentó a observar mientras Clara comenzaba a trazar líneas. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, Clara se frustró. El arcoíris no salía como lo esperaba.

"No puedo hacerlo igual, Sofía. Parece más un charco de colores que un arcoíris", se lamentó Clara.

Sofía pensó un momento y luego sugirió: "¿Y si en lugar de un arcoíris, pintas lo que realmente sientes?"

"¿Lo que siento? Pero eso no es un arcoíris...", respondió Clara.

"Claro que sí, porque el arcoíris también se siente a veces diferente. Pintar es expresarse, ¡no siempre se trata de seguir un patrón!"

Clara quedó pensativa. Después de una pausa, decidió probar lo que Sofía había propuesto. En lugar de enfocarse en el arcoíris, dejó que sus emociones fluyeran al lienzo. Pintó alegría en forma de amarillos y naranjas, tristeza en tonos azules, y amor en suaves rosas.

Los colores comenzaron a cobrar vida, libres como nunca. Cuando Clara se detuvo, miró su obra y sonrió.

"¡Mirá, Sofía! ¡Es un mar de colores!"

"Es hermoso, Clara. Refleja quién sos y lo que sentís. ¡Lo que importa es que esté en tu corazón!", respondió Sofía con una gran sonrisa.

Desde ese día, Clara dejó de lado la idea de tener que pintar lo que los demás esperaban ver. Comenzó a explorar sus sentimientos y a plasmar en sus lienzos historias de amor, amistad y aventura, haciendo que sus obras fueran únicas. El pueblo pronto empezó a notar el talento de la niña de ojos marrones, quien llenaba de color la vida de todos.

Un día, el municipio del pueblo organizó una exposición de arte para mostrar el talento de los jóvenes artistas, y Clara estaba ansiosa por participar. Sin embargo, en la noche antes de la exposición, se sintió abrumada.

"Y si nadie entiende mi arte, Sofía?", preguntó Clara, preocupada.

"Lo importante es que vos entiendas lo que pintás. Tu arte puede inspirar a otros, y eso es lo que cuenta", le respondió Sofía reconfortándola.

Al día siguiente, el día de la exposición llegó. Clara con sus ojos marrones brillando de emoción, presentó su pintura, un paisaje lleno de colores vibrantes que mostraban sus sentimientos más profundos. Uno a uno, los vecinos comenzaron a admirar su obra.

"¡Qué pinturas tan vivas!", exclamó una mujer mayor.

"Clara, lograste expresarnos con tu arte todo lo que a veces sentimos pero no sabemos decir", comentó el alcalde, dejando a Clara sin palabras.

Clara miró su pintura rodeada de admiradores y entendió que su arte no solo era una representación de su mundo interno, sino también un puente hacia los corazones de los demás. Desde ese momento, su pasión por la pintura creció aún más.

Con el tiempo, Clara se convirtió en una artista famosa, compartiendo su mensaje: "El verdadero arte viene del corazón y no tiene reglas. Pinta lo que sientes, y los demás escucharán tu voz a través de tus colores."

Y así, la niña de ojos marrones que amaba pintar dejó una huella indeleble en su pequeño pueblo y en el mundo del arte. Nunca olvidó que la verdadera belleza no reside en la perfección, sino en la autenticidad y el sentimiento que cada uno de nosotros puede compartir a través de la creatividad.

FIN.

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