La niña del patio olvidado



Era un día nublado y fresco en la ciudad. Cuatro amigos, Lucas, Sofía, Tomás y Valentina, decidieron aventurarse en lo que prometía ser la mejor de sus tardes: una visita a la vieja primaria Ignacio Zaragoza, cerrada desde hacía años. Sus corazones latían de emoción y un poco de miedo, pero eso solo hacía la aventura más divertida.

"¿Quién se anima a entrar primero?" - dijo Lucas, con una mueca de desafío.

"Yo no tengo miedo, ¡vamos!" - respondió Sofía, empujando levemente a Valentina hacia la puerta.

Los cuatro se miraron entre risas nerviosas y cruzaron la puerta chirriante. El interior de la escuela estaba cubierto de polvo y telarañas. Los pupitres estaban alineados, como si todavía estuvieran esperando a sus alumnos.

"Mirá, ¡qué locura!" - exclamó Tomás, admirando el aula desordenada.

"Esto parece una película de miedo" - rió Valentina, temblando un poco.

Al explorar el lugar, descubrieron un patio trasero lleno de maleza y muchos secretos. Mientras recorrían el patio, escucharon un ligero susurro en el aire.

"¿Escucharon eso?" - preguntó Sofía, parándose en seco.

"Es solo el viento" - contestó Tomás, aunque él mismo no estaba tan seguro.

Justo en ese momento, una suave brisa sopló y los niños vieron una figura tenue que flotaba cerca del viejo columpio. Era una niña con un vestido blanco, que parecía más bien una sombra. Sus ojos brillaban como estrellas en la oscuridad.

"¡Ay! ¡Es un fantasma!" - gritó Lucas, retrocediendo hacia la pared.

"No, esperen, no se asusten..." - dijo Valentina, intentando calmar a sus amigos.

"¿Quién eres?" - preguntó Sofía, con valentía.

La figura se acercó un poco más.

"Soy Ana. Vivo aquí, pero... no por mucho tiempo. El lugar se olvidó de mí y de mis sueños." - respondió la niña fantasma, con una voz suave y triste.

Los cuatro niños, en lugar de huir, comenzaron a sentir lástima por ella.

"¿Por qué estás triste?" - preguntó Tomás, sintiendo una conexión con la niña.

"Me encanta jugar aquí, pero nadie viene a visitarme. Todos piensan que este lugar está embrujado y lo olvidaron..." - explicó Ana.

Los niños miraron las viejas estructuras que antes eran llenas de risas y juegos.

"Nosotros podemos jugar contigo" - ofreció Sofía con una brillante sonrisa.

"¿De veras?" - la voz de Ana sonó esperanzadora.

Y así, los cuatro amigos pasaron la tarde jugando con Ana. Jugaron a las escondidas entre las sombras y contaron historias. Ana les habló de lo que solía ser la escuela, y los niños le contaron sobre el colegio moderno y cómo todos suelen olvidarse de los lugares antiguos.

Con cada risa, Ana se fue volviendo más visible, hasta que sus ojos brillaron aún más. Pero al caer la noche, Ana sintió que debía irse.

"Gracias, amigos. Gracias por recordarme lo que es jugar y ser feliz. Nunca olviden la importancia de los recuerdos y la amistad" - dijo la niña, con una sonrisa.

Los niños, ahora emocionados y un poco tristes, se despidieron de Ana, prometiendo volver a visitarla siempre que pudieran.

"Nunca olvidaremos tu historia, Ana" - prometió Valentina, mientras la niña fantasma se desvanecía lentamente entre los árboles del patio.

Con el corazón lleno de nostalgia y lecciones sobre la importancia de la memoria, Lucas, Sofía, Tomás y Valentina se fueron de la escuela, sintiéndose más amigos que nunca y deseando contarles a todos sobre la mágica niña del patio olvidado.

Y así, la primaria Ignacio Zaragoza no solo fue un lugar de terror, sino un sitio donde aprendieron que las historias que se cuentan nunca deben ser olvidadas. A veces, todo lo que necesita un alma es un poco de compañía para volver a brillar.

FIN.

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