La niña del tiempo y los bailes mágicos



Una noche estrellada, Lucía, una niña curiosa y soñadora, descubrió un libro antiguo en el desván de su abuela. El libro tenía páginas amarillas y un extraño brillo. Cuando lo abrió, una luz deslumbrante la envolvió y, de repente, se encontró en un lugar mágico. Era una pista de baile que parecía flotar en un mar de luces. En el cielo, los recuerdos de diversas épocas danzaban juntos.

"¿Dónde estoy?" murmuró Lucía, asombrada por lo que veía. De pronto, un personaje de cabelos azules y piel verde se acercó, era Pedro Picapiedra.

"¡Hola, pequeña! Bienvenida a la pista de baile de la historia. Aquí todos los bailes de diferentes épocas cobran vida. ¿Te gustaría aprenderlos?" - dijo Pedro, sonriendo.

Lucía asintió entusiasmada. Pedro la condujo hacia el centro de la pista, donde comenzaron a sonar los acordes de una melodía antigua. De inmediato, un grupo de amigos de la Pradera empezaron a realizar los pasos del baile picapiedra. Con su ritmo alegre, Lucía no pudo resistirse y se unió a ellos.

A medida que avanzaban con los movimientos de las caderas, Lucía sintió en su corazón la conexión con el pasado. Pero, de repente, el escenario cambió y se convirtió en un vibrante carnaval de Brasil. Una exuberante mujer vestida con plumas brillantes se le acercó.

"¡Hola! Soy Rita, ven a bailar la samba conmigo, es pura alegría y ritmo. ¡Muévete como el viento!" - insistió la mujer.

Sintiéndose un poco tímida, Lucía dudó. Pero al ver las sonrisas de los demás, se lanzó a la pista, sintiendo cómo el ritmo la transportaba. Después de disfrutar de la samba, un suave sonido de cumbia la atrapó.

"¡Vamos Lucía, no te pares!" - gritó un joven de chaqueta plateada mientras giraba cerca de ella, invitándola a unirse.

"¿Cumbia? ¡Me encanta!" - exclamó Lucía, llena de entusiasmo.

Los pasos se volvían cada vez más desafiantes, pero ese ambiente la hacía sentir segura. Cada baile traía consigo risas y alegría, hasta que la melodía cambió: esta vez, era un lamento profundo de tango.

"Soy el Duende del Tango, y este baile cuenta historias de amor y desamor. ¿Te atreves a bailarlo?" - preguntó un anciano con un sombrero canchero.

Lucía se ajustó el sombrero y se lanzó al tango, sintiendo la tristeza y el anhelo de las historias que contaba. A medida que pasaba de un baile a otro, su corazón se llenaba de recuerdos que no eran suyos, pero que sentía como propios.

Al final de todos esos pasos, se encontró rodeada de más bailes: el carnavalito resonaba con melodías alegres; la lambada envolvía el lugar con ritmos tropicales; la energía del rock le hizo sentir el poder de la música; el candombe mostró la fuerza de su cultura; y finalmente, el pericón nacional de Uruguay la unió en una ronda con nuevos amigos.

Con cada coreografía, Lucía aprendió no solo a bailar, sino también la historia y la cultura de su gente. Pero había algo que no la dejaba en paz, una sensación de que tenía que regresar a su hogar.

"¿Por qué todo esto se siente tan familiar?" - preguntó con una sonrisa triste.

"Porque cada uno de estos bailes forma parte de nuestras raíces. Nunca olvides el poder de la danza, Lucía, es nuestro lenguaje en todos los tiempos." - dijo Pedro Picapiedra con reconocimiento.

Con un fuerte abrazo de todos sus nuevos amigos, Lucía sintió cómo la electricidad la envolvía nuevamente. La luz brillante del portal la llevó de regreso a casa, sosteniendo el libro que había sido la puerta a sus sueños.

Cuando despertó en su cama, entendió que cada baile que había visto era un pedacito de su propia historia, una historia que siempre llevaría en su corazón y que podría compartir con sus seres queridos.

Desde entonces, Lucía nunca dejó de bailar, ni dejó de contarle a todos sobre las maravillas de los bailes mágicos. Así, mantuvo viva la historia y la cultura a través de su alegría y su pasión por danzar.

Y aunque a veces volaba con su imaginación a aquellos tiempos lejanos, siempre recordaría que el poder de la música y la danza vive en cada uno de nosotros, sin importar el tiempo o el lugar.

FIN.

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