La niña en la planta de naranja



Érase una vez, en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada Clara que vivía con su familia en una colorida casita rodeada de naranjos. Clara tenía una imaginación desbordante y pasaba horas jugando en el jardín, donde siempre esperaba encontrar algo mágico.

Un día, mientras exploraba entre las ramas, descubrió una pequeña puerta al pie de un naranjo. Curiosa, se acercó y dijo:

"¿Hola? ¿Hay alguien ahí?"

Para su sorpresa, la puerta se abrió lentamente, revelando un mundo lleno de colores vibrantes, criaturas fantásticas y, lo que más la fascinó, naranjas que hablaban.

"¡Bienvenida, Clara!" - gritó una naranja con una sonrisa amplia, sus ojos brillaban como el sol.

"¿Qué lugar es este?" - preguntó Clara, con los ojos abiertos como platos.

"Es nuestro mundo secreto, donde cada naranja tiene una historia que contar. ¿Te gustaría conocerlas?" - dijo la naranja.

Clara asintió con entusiasmo y siguió a la naranja hacia un claro donde muchas otras frutas estaban reunidas, todas listas para compartir su sabiduría.

Primero se acercó a una mandarina, que le contó sobre la importancia de la amistad.

"Sin amigos, la vida sería muy aburrida. Siempre hay que cuidar de ellos y compartir momentos felices" - dijo la mandarina.

Clara pensó en sus amigos de la escuela y prometió ser más atenta con ellos.

Luego, conoció a una piña que le dijo:

"Lo más importante es ser auténtica. Nunca dejes de ser tú misma, incluso si otros no lo entienden. Cada uno tiene su único valor" - afirmó la piña con firmeza.

Clara asintió, recordando cómo a veces dudaba en mostrar su verdadero yo.

Mientras Clara iba recolectando estas lecciones, una tormenta se desató en el mundo de las naranjas, provocando que todas las frutas se asustaran.

"¿Qué hacemos? ¡La lluvia puede dañar nuestras hojas!" - gritó un plátano nervioso.

Clara, sintiendo la urgencia de la situación, sugirió:

"¿Por qué no nos agrupamos y formamos una barrera? ¡Podemos protegernos juntos!"

Las frutas se miraron entre sí y comenzaron a formar un círculo alrededor de las más pequeñas para protegerlas de la lluvia.

Cuando la tormenta pasó, Clara se sintió orgullosa de lo que habían logrado juntos.

"¡Lo hicimos! ¡Trabajamos en equipo!" - se emocionó.

"Exactamente, Clara. Juntos somos más fuertes. La colaboración es clave para superar cualquier dificultar" - dijo la naranja que la había recibido.

Antes de regresar a casa, Clara les prometió que compartiría todo lo que había aprendido con sus amigos y familia. Entonces, la puerta mágica comenzó a cerrarse.

"¿Regresaré a verlos?" - preguntó, un poco triste.

"Siempre que lleves en tu corazón nuestras enseñanzas, volverás cuando lo necesites" - respondió la naranja.

Con un último adiós, Clara salió por la puerta y se encontró de nuevo en su jardín, con el sol brilla como si nunca hubiera estado nublado. Desde ese día, Clara tuvo un propósito: ser la mejor amiga que pudiera ser, mostrar su verdadera esencia y ayudar a los demás siempre que pudiera.

Cuando contaba a sus amigos sobre su aventura, jamás olvidaba recordarles que ser diferentes es lo que nos hace especiales.

Así, el mágico mundo de las naranjas se quedó en su corazón, motivándola a ser una mejor persona cada día.

Y así, aunque la puerta al mundo de la planta de naranja estaba cerrada, Clara sabía que siempre podría abrirla un poco, recordando lo que había aprendido y llevando esas lecciones a cada rincón de su vida.

FIN.

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