La Niña Erizo y el Poder de Compartir



Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Lila. Lila era muy inteligente y siempre quería que todos jugaran a su manera. –"Vamos a jugar a las princesas, ¡y yo seré la más importante!"– decía, con una gran sonrisa. Pero si alguno de sus amigos proponía otra cosa, se enojaba enseguida. –"¡No! Solo quiero jugar a lo que yo quiero"– gritaba.

A medida que pasaban los días, Lila se estaba volviendo cada vez más sola y más enfadada. A sus amigos no les gustaba jugar con ella porque siempre se ponía muy brusca cuando las cosas no salían a su manera. –"¿Por qué no quieren jugar conmigo?"– se preguntaba, con el rostro fruncido. Sin embargo, sus amigos preferían jugar con otros niños que eran más amables y compartían más.

Un día, mientras se miraba en el espejo, Lila sintió que algo raro le estaba pasando. De repente, ¡se convirtió en un pequeño erizo! Tenía pinchos por todo su cuerpo, y se sintió muy molesta. –"¡Ay! ¿Qué me está pasando?"– chilló. Su mamá se acercó y le dijo: –"Lila, te has convertido en un erizo porque te has alejado de tus amigos y no has querido compartir. Los pinchos son lo que la gente siente cuando no hay buena onda".

Ella miró por la ventana y vio a sus amigos jugando juntos en el parque, riendo y divirtiéndose. Sintió una gran tristeza en su corazón. –"¿Qué puedo hacer para volver a ser yo misma?"– preguntó a su mamá, un poco desanimada.

–"Debes aprender a compartir y a escuchar lo que los demás también quieren jugar"– le respondió su mamá. Con esas palabras en mente, Lila decidió intentar cambiar.

Con mucho esfuerzo, comenzó a quitarse los pinchos uno por uno. En cada pincho que se sacaba, recordaba un momento en el que no había dejado que sus amigos eligieran. Finalmente, lucía más como una niña que como un erizo, pero aún le quedaba un pequeño pincho en la cola.

Esa tarde, Lila se armó de valor y se acercó a donde estaban sus amigos. –"Hola, chicos. ¿Puedo unirme?"– preguntó, un poco nerviosa. Todos la miraron sorprendidos. –"¡Claro! Pero, ¿qué querés jugar hoy?"– le preguntó su amiga Sofía.

En lugar de dictar las reglas, Lila se dio cuenta de que podía proponer un juego que todos disfrutaran. –"¿Qué les parece si jugamos a las escondidas?"– sugirió, sonriendo.

Sus amigos acordaron y empezaron a jugar. Lila se sintió feliz al ver que todos lo pasaban bien. Cuando terminaron de jugar, sus amigos le celebraron por haber propuesto algo que los incluía a todos. –"¡Gracias por compartir, Lila!"– dijeron riendo.

Al final del día, sintió que los pinchos estaban desapareciendo. –"¿Podré ser otra vez como antes?"– le preguntó a su mamá. –"Sí, Lila, siempre que recuerdes que jugar es más divertido cuando todos participan"– le respondió amorosamente.

Desde aquel día, Lila se convirtió en la mejor amiga de todos. Aprendió a escuchar y a compartir, y nunca más volvió a enojarse por no conseguir lo que quería. Se despidió del erizo que había sido, dejando atrás los pinchos, y se transformó en una niña llena de alegría, jugando y riendo con sus amigos.

Y así, Lila descubrió que compartir es lo más importante de todos, y que la verdadera diversión se siente cuando todos son parte de la aventura.

MORALEJA: A veces, nuestros deseos pueden alejarnos de los demás. Aprendamos a compartir y a escuchar la opinión de los que nos rodean, pues solo así construiremos la verdadera amistad.

FIN.

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