La Niña Erizo y Sus Nuevos Amigos
Érase una vez una niña llamada Lili, que siempre quería que todo se hiciera a su manera. "¡Quiero jugar a las escondidas!" -decía Lili, con una voz muy fuerte. La mayoría de las veces, sus amigos le hacían caso porque no querían que ella se enojara. Pero cuando algunas veces decidían jugar a otra cosa, Lili se enfadaba mucho. "¡No quiero jugar más!" -gritaba, cruzando los brazos enojada.
Un día, Lili se enfadó tanto que de repente, ¡puff! Se convirtió en un erizo, cubierto de pinchos.
Lili miró a su alrededor, ahora era un pequeño erizo con muchos pinchos y nadie quería acercarse a ella. "¿Por qué no me quieren tocar?" -se preguntó. En ese instante, vio a sus amigos jugando a la pelota a lo lejos, y su corazoncito se sintió pesado.
Mientras observaba, se dio cuenta de que sus pinchos la mantenían apartada. "¡Ay, qué pena!" -suspiró. Pero un día, mientras paseaba por el parque, vio a una niña caída en el suelo, llorando.
"¿Qué te pasó?" -preguntó Lili, curiosa.
"Me he lastimado la rodilla y no puedo levantarme" -dijo la niña, entre lágrimas.
Lili, aunque era un erizo, decidió acercarse un poquito. Recordó una cosa muy especial: cada vez que hacía una buena acción, un pincho desaparecía. "Voy a ayudarla" -pensó, y con mucho cuidado se acercó un poco, intentando no lastimar a la niña.
"¡No te acerques!" -gritó la niña, asustada por los pinchos de Lili.
"No te voy a hacer daño, solo quiero ayudarte" -dijo Lili, sintiendo cómo un pincho desaparecía al ser amable.
Finalmente, Lili tomó coraje y se acercó un poco más. "Voy a ayudarte a levantarte. Ven, agárrame de la pata" -dijo Lili, intentando sonar dulce.
La niña vio la disposición de Lili y la miró con compasión. "Está bien..." -dijo, abriendo un poco su corazón. Lili le ofreció su patita y la niña, con un poco de esfuerzo, se agarró de ella y se levantó.
"¡Gracias, eres muy valiente!" -exclamó la niña, ahora sonriendo.
Cuando Lili escuchó esas palabras, ¡sorpresa! , otro pincho desapareció. "¿Viste? No soy tan mala" -dijo Lili, intentando sonar feliz.
"¿Querés jugar con nosotros?" -preguntó la niña aún un poco temerosa, pero al ver la valentía de Lili, se sintió más segura.
"¡Sí!" -respondió Lili, emocionada. Fue así como Lili se unió al grupo de niños que jugaba con la pelota.
A medida que pasaba el día, Lili ayudó a otros: levantó a un niño que se había caído de su bicicleta, ayudó a otro a encontrar su pelota y hasta compartió su merienda con dos amiguitos. Por cada acción buena que hizo, un pincho más fue desapareciendo.
Al final del día, cuando el sol comenzó a ocultarse, Lili se dio cuenta de que ya no tenía pinchos. "¡Mirá!" -suspiró, al verse en un charquito del parque. "¡Soy una niña otra vez!"
Los otros niños se acercaron a ella. "¡Lili, sos increíble!" -dijo la primera niña a la que ayudó. "Ahora sí podemos jugar juntos" -agregaron los demás, felices de tenerla como amiga. "Gracias por ayudarnos, Lili, y por ser tan amable".
A partir de ese día, Lili no volvió a enfadarse. Siempre se recordaba de cómo sus acciones bondadosas la hicieron perder sus pinchos y ganar amigos. "¡Quiero jugar a todo!" -decía, esta vez con una gran sonrisa. Y así, Lili aprendió que a veces, ayudar a otros era mucho más divertido que siempre hacer lo que ella quería. Y nunca volvió a ser un erizo, porque con sus amigos la vida era mucho más hermosa.
Desde aquel día, siempre que alguien la veía molesta, sus colegas le recordaban: "¡Lili, no olvides tus buenas acciones!" Y así, la amistad y la alegría siempre llenaron su corazón.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.