La niña feliz sin cabeza


Había una vez en un pueblo llamado La Felicidad, una niña llamada Daniela que no tenía cabeza pero siempre estaba de buen humor.

Todos los habitantes del pueblo se preguntaban cómo era posible que alguien sin cabeza pudiera estar tan feliz y contenta todo el tiempo. Un día, un grupo de niños se acercó a Daniela para preguntarle cómo hacía para estar siempre tan feliz. Ella les respondió con una sonrisa:"No necesito tener cabeza para ser feliz.

La felicidad viene del corazón y yo tengo un corazón muy grande". Los niños quedaron impresionados por la respuesta de Daniela y decidieron pasar más tiempo con ella para aprender más sobre su forma de ver la vida.

Un día, mientras jugaban juntos en el parque, uno de los niños le preguntó a Daniela si alguna vez había sentido tristeza o dolor por no tener cabeza.

Ella respondió:"Por supuesto que sí, a veces me siento diferente y eso puede doler un poco. Pero aprendí a aceptarme tal como soy y a encontrar cosas que me hacen feliz".

Los niños entendieron entonces que todos somos diferentes en alguna forma u otra, pero lo importante es aprender a amarnos y aceptarnos tal como somos. Pero un día algo extraño sucedió en el pueblo: empezaron a desaparecer cosas importantes como las llaves de las casas o las herramientas del taller mecánico.

Los habitantes estaban preocupados porque nadie sabía quién podría estar detrás de estos robos. Entonces, los niños pensaron en pedir ayuda a Daniela ya que ella siempre parecía saber qué hacer en cada situación. Le contaron lo que estaba pasando y le pidieron consejo.

Daniela les respondió con una sonrisa:"No se preocupen, yo tengo una idea. Vamos a hacer un plan para descubrir quién está robando las cosas".

Los niños se emocionaron con la idea y comenzaron a trabajar en el plan junto a Daniela. Primero, colocaron trampas en diferentes lugares del pueblo para capturar al ladrón. Luego, esperaron pacientemente hasta que finalmente lograron atraparlo: era un pequeño ratón que había estado tomando las cosas para construir su nido.

Los habitantes del pueblo estaban felices de haber resuelto el problema gracias al ingenioso plan de los niños y de Daniela.

Desde ese día, todos los habitantes del pueblo aprendieron algo importante: no importa cuál sea nuestra apariencia o habilidades, siempre podemos encontrar formas de ser útiles y ayudar a los demás. Y lo más importante es aprender a aceptarnos y amarnos tal como somos, así como hacía Daniela sin cabeza pero siempre feliz.

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