La niña que amaba compartir


Había una vez en un pequeño pueblo una niña llamada Anita, a quien le encantaba compartir todo lo que tenía. Desde juguetes hasta golosinas, siempre estaba dispuesta a repartirlo entre sus amigos.

Un día, Ana conoció a Martín, un niño tímido que no tenía muchos amigos y que siempre estaba solo en el recreo. Sin dudarlo, Anita se acercó a él y le ofreció compartir su merienda. Martín, sorprendido por el gesto amable de Anita, aceptó tímidamente.

A partir de ese día, Anita y Martín se convirtieron en buenos amigos. Anita compartía sus juguetes con Martín, y Martín compartía su conocimiento sobre las estrellas con Anita.

Juntos descubrieron que compartir no solo hacía felices a los demás, sino que también enriquecía sus propias vidas. Sin embargo, un día, Anita se encontró con una situación inesperada. Un concurso de dibujo estaba por realizarse en la escuela, y el premio era un gran estuche de pinturas.

Anita tenía muchas ganas de participar, pero no tenía buenas pinturas. En ese momento, Martín se acercó y le ofreció compartir sus pinturas con ella. Anita, conmovida por el gesto, aceptó la ayuda de su amigo.

Juntos trabajaron en un hermoso dibujo que resultó ganador del concurso. Al recibir el premio, Anita decidió compartir la mitad de las pinturas con Martín, agradeciéndole por su generosidad.

A partir de ese día, todos en el pueblo aprendieron la importancia de compartir y cómo ese simple gesto puede hacer del mundo un lugar mejor.

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