La niña que iba a la escuela muy triste



Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Valentina. Todos los días, Valentina caminaba hacia la escuela con la cabeza gacha y un nudo en la garganta. Sus compañeros de clase jugaban y reían, pero ella solo podía pensar en lo sola que se sentía.

Un día, mientras esperaba que el timbre sonara, Valentina se sentó en una esquina del patio. A su lado, estaba Lucas, un niño de su clase que siempre parecía tener una gran sonrisa.

- '¿Por qué no juegas con nosotros, Valentina?' - le preguntó Lucas con curiosidad.

- 'No sé. No tengo ganas. A veces siento que no encajo.' - respondió ella, dándole a Lucas una pequeña sonrisa triste.

Lucas, que era un niño muy sensible, decidió que haría algo al respecto. Al día siguiente, reunió a algunos amigos y le propuso una idea:

- '¡Chicos! ¿Qué les parece si hacemos una gran actividad de juego en el patio? Así invitamos a Valentina y a todos los demás a participar!'

El grupo estuvo de acuerdo, y juntos comenzaron a planear el evento. Prepararon juegos, pintaron carteles y decidieron que sería divertido crear un mural donde todos pudieran dejar su huella.

Día tras día, la idea se fue extendiendo por toda la escuela. Cuando llegó el día de la actividad, Valentina llegó a la escuela con la emoción en el aire. Se notaba que algo especial iba a suceder. Cuando vio a todos sus compañeros reunidos, su corazón dio un vuelco.

- '¿Qué está pasando aquí?' - preguntó Valentina, mirando con sorpresa.

- '¡Sorpresa!' - gritaron todos en coro. - 'Hoy es el día de la diversión y la amistad. ¡Queremos que seas parte de esto!'

Con una sonrisa genuina en su rostro, Valentina se sintió un poco más en casa. Jugaron, rieron y se divirtieron durante toda la jornada. Valentina comenzó a liberar su tristeza, y por primera vez en mucho tiempo, sentía felicidad al estar con sus compañeros.

Mientras todos pintaban el mural, ella tomó un pincel y decidió dejar su marca: hizo un hermoso sol que iluminaba el espacio.

- '¡Miren qué lindo lo que hizo Valentina!' - exclamó una de sus amigas. - 'Pintemos un montón de cosas bonitas. Este mural puede ser un recuerdo de nuestra amistad.'

Esa experiencia cambió la forma en que Valentina se sentía en la escuela. Desde aquel día, empezó a dejar atrás su tristeza. Al final del año, la escuela no solo tenía un mural lleno de colores, sino también un lugar donde Valentina había encontrado su voz y la alegría de pertenecer.

Con el tiempo, Valentina se convirtió en una defensora de la inclusión. Cada vez que veía a un compañero triste o apartado, se acercaba:

- '¡Hey! ¿Te gustaría jugar con nosotros?' - le decía con una gran sonrisa.

Así, Valentina entendió que, a veces, la alegría está en compartir y en mostrarle a otros que siempre hay un lugar para ellos. Y mientras todos pintaban sonrisas en el mural, Valentina pintaba colores en su corazón.

FIN.

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