La niña que odiaba la Navidad



Érase una vez en un pueblito lleno de luces brillantes y decoraciones coloridas, había una niña llamada Clara. Clara tenía una peculiaridad: ¡odiaba la Navidad! Para ella, diciembre era un mes catastrófico. Las luces la cegaban, las canciones la hacían sentir incómoda y las multitudes en las tiendas la ponían de mal humor. Siempre se encerraba en su habitación con un libro, evitando cualquier cosa relacionada con la festividad.

Un día, mientras paseaba por el parque, Clara se encontró con un grupo de niños riéndose y jugando con un gran muñeco de nieve. Una de las niñas le sonrió y dijo:

"¡Hola! ¿No querés venir a jugar con nosotros? ¡Vamos a hacer una guerra de bolas de nieve!"

Clara frunció el ceño:

"No, gracias. La Navidad es horrible. No me interesa jugar."

Los niños, confundidos, siguieron divirtiéndose, pero uno de ellos, un niño llamado Lucas, no se dio por vencido. Se acercó a Clara y le dijo:

"¿Por qué odias la Navidad? Es un momento de alegría y festejos."

Clara se cruzó de brazos y contestó:

"Porque es ruidosa, hay gente por todos lados y siempre hay demasiados abrazos y sonrisas. Prefiero estar sola."

Lucas la miró pensativo y le dijo:

"Pero hay cosas lindas. La Navidad no es solo eso. Hay historias mágicas, regalos, y lo más importante, ¡hay amigos!"

Clara se sintió un poco intrigada. No recordaba la última vez que había tenido un amigo. A pesar de su resistencia, la curiosidad comenzó a despertar en su interior.

Esa tarde, Lucas la invitó a su casa para ayudarlo a decorar su árbol de Navidad. Clara dudó, pero su curiosidad pudo más.

Al llegar, Clara vio un árbol gigantesco lleno de luces y adornos. Lucas sonrió y le dijo:

"¡Mirá! Cada adorno tiene una historia. Este lo hizo mi abuela, y este otro..."

Clara escuchaba atentamente, y algo en su corazón comenzó a calentar. Hasta que Lucas le ofreció un adorno brillante.

"¿Querés ponerlo en la punta del árbol? Es un honor especial."

Clara, sorprendida, tomó el adorno y se sintió parte de algo. Un nuevo sentimiento la invadió. Al terminar, Lucas dijo:

"¿Ves? La Navidad puede ser divertida si te acercás a ella."

Esa noche, Clara volvió a su casa con una sonrisa. Decidió que había algo en la Navidad que podía descubrir. Así que, al día siguiente, se armó de valor y fue a comprar algunos regalitos para Lucas. Más tarde, antes de la cena de Nochebuena, le dio el presente con sinceridad, a lo que él respondió:

"¡No puede ser! Esto es increíble, Clara. ¡Gracias!"

Así, juntos empezaron a crear nuevas tradiciones, elaborando galletas navideñas y cantando villancicos en la plaza. Clara se dio cuenta de que pasarlo bien no significaba perderse a sí misma. En cada risa, encontró un nuevo motivo para querer la Navidad.

Sin embargo, la semana previa a Nochebuena, Clara escuchó rumores de que una familia cercana estaba atravesando dificultades. Se sintió triste y se dijo a sí misma:

"No puedo cambiarlo, ¿verdad?"

Pero Lucas tuvo una idea. Ella lo miró confundida:

"¿Y si organizamos una colecta de juguetes y alimentos? ¡Podemos ayudar!"

Clara nunca había sentido un propósito así. Aceleró el ritmo, convocando a amigos, vecinos y utilizando las redes sociales para reunir todo lo necesario. En pocas horas, la plaza del pueblo estaba repleta de cajas llenas de sonrisas de niños.

En Nochebuena, Clara y Lucas llevaron todo lo recolectado y vieron las caras felices de los niños al recibir los regalos. Clara no podía creer lo que estaba sintiendo. En ese momento, se dio cuenta de que la Navidad iba más allá de las luces y los adornos: se trataba de compartir y dar alegría a otros.

Ese año, Clara aprendió que amando y ayudando a otros, también se encontraba a sí misma. Le dio un gran abrazo a Lucas y le dijo:

"No sé cómo podría haber odiado algo tan hermoso. ¡Gracias por abrirme los ojos!"

Desde entonces, Clara se convirtió en la gran embajadora de la Navidad en su pueblo, organizando cada año actividades que unían a la gente. Pero, más importante aún, había encontrado un amigo y una nueva perspectiva de vida. La Navidad ya no era simplemente una fecha; era una oportunidad de aprender, amar y compartir.

Y así, Clara dejó de ser la niña que odiaba la Navidad y se transformó en la niña que la adoraba, todo gracias a un pequeño gesto y a la amistad con Lucas.

FIN.

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