La niña que quería viajar por todo el mundo



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Sofía. Desde muy chica, Sofía soñaba con conocer cada rincón del planeta. Su habitación estaba llena de mapas, postales y libros que hablaban de lugares mágicos. Un día, mientras miraba un viejo globo terráqueo, se dijo a sí misma:

"¡Cuando crezca, voy a viajar por todo el mundo!"

Sofía comenzó a contarle a sus amigos sobre su sueño.

"Voy a ver las pirámides de Egipto, pasear por las calles de París y nadar en el mar Caribe", les decía emocionada.

Sus amigos la escuchaban, pero también tenían sus propias preocupaciones.

"Lindo tu sueño, pero viajar es caro y puede ser peligroso", dijo Juan, su mejor amigo.

"Sí, además no creo que puedas hacerlo sola", agregó Lola, su amiga del barrio.

Sofía sintió que sus amigos la desanimaban, pero ella decidió que no se rendiría. Así que un día, reunió a todos en un parque y les dijo:

"¿Qué pasaría si hacemos un viaje imaginario? Empecemos a explorar el mundo desde aquí. Cada semana elijamos un país y aprendamos sobre él juntos. Podemos hacer comidas típicas, escuchar su música y hacer manualidades de ese lugar. ¡Sería divertidísimo!"

Los ojos de sus amigos brillaron al escuchar su idea.

"¡Súper idea! Podríamos hacer una fiesta de disfraces del país que elijamos", dijo Juan.

Así, Sofía y sus amigos empezaron su aventura. Cada semana, se sumergían en un nuevo país. En su primera semana, decidieron explorar México. Prepararon tacos, aprendieron a bailar un poco de jarabe tapatío y decoraron su lugar con coloridas banderas.

"¡Me encanta! Nunca he probado tacos tan ricos", dijo Lola mientras reía.

El siguiente destino fue Alemania. Hicieron unos pretzels enormes y escucharon música de su país. A medida que pasaban las semanas, sus conocimientos sobre los diferentes países se expandieron, y empezaron a entender que viajar no solo significaba trasladarse, sino también abrir la mente a otras culturas.

Un día, Sofía encontró en la biblioteca un libro sobre la vida nómada de algunas familias que viven viajando por el mundo. Entonces se le ocurrió una brillante idea:

"¿Por qué no hacemos un concurso donde cada uno presente un país que le gustaría conocer? ¡Y debemos demostrar lo que aprendimos!"

Todos estuvieron de acuerdo y comenzaron a preparar sus presentaciones. Con mapas dibujados a mano y disfraces creativos, la competencia fue un éxito. Los padres llegaron al final del día para disfrutar de las presentaciones, y todos se sintieron orgullosos de lo que habían aprendido.

Un mes después, mientras Sofía estaba en su casa, recibió una sorpresa increíble. Su tía, que vivía en el extranjero, había decidido venir a visitarla.

"Sofía, ¿te gustaría acompañarme a dar una vuelta por Europa este verano?" preguntó su tía.

Sofía no podía creer lo que escuchaba.

"¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!" gritó de alegría.

Y así, durante dos meses, Sofía y su tía viajaron por las ciudades más hermosas de Europa. Aprendió mucho, no solo sobre las tradiciones y comidas, sino también sobre cómo se vive en cada lugar. Cuando volvió a casa, compartió sus experiencias con sus amigos.

"No solo es importante ver los lugares, también es aprender a respetar y querer otras culturas", les dijo.

A partir de ese momento, Sofía y sus amigos decidieron que seguirían explorando el mundo, no solo con sus mentes, sino también con sus corazones. La niña que quería viajar por todo el mundo no solo cumplió su sueño, sino que también inspiró a otros a aprender y descubrir juntos.

Y así, Sofía comprendió que viajar no es solo una aventura física, sino un viaje del alma que se llena de amistades y aprendizajes.

Desde ese día, no solo quería viajar, sino también compartir su amor por todo lo que siempre aprendió. Y así, Sofía y sus amigos se convirtieron en los grandes exploradores del mundo desde su pequeño pueblo.

FIN.

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