La niña que se aplazó en 4 materias
Había una vez en un pequeño pueblo un colegio llamado 'El Árbol Sabio', donde los niños aprendían con alegría y algunos desafíos. En clase estaba Sofía, una niña simpática y creativa, quien se llenaba de color en cada dibujo que hacía. Sin embargo, había un problema: Sofía había desaprobado cuatro materias en el último trimestre: matemáticas, ciencias, historia y lengua.
Un día, al llegar a casa después de recibir sus calificaciones, Sofía se sentó en su habitación, triste y desilusionada.
"¿Por qué no puedo aprender como los demás?" - se lamentó, mirando por la ventana mientras las nubes cubrían el cielo.
Su abuela, que siempre tenía sabias palabras, entró en la habitación.
"Sofía, querida, pasar o no pasar no define quién sos. Lo importante es lo que haces con esta situación" - dijo la abuela, sonriente.
"Pero abuela, estoy tan frustrada. Me esfuerzo y esfuerzo, y aún así no puedo entender nada de lo que nos enseñan..." - respondió Sofía, finalmente derramando unas lágrimas.
"Entendé esto, Sofía: a veces un tropiezo puede ser la oportunidad perfecta para levantarse y hacerlo diferente. Hablemos de un plan juntos" - sugirió la abuela.
Así fue como Sofía y su abuela comenzaron a elaborar un nuevo plan. Se organizaron y decidieron que, en lugar de solo intentar estudiar por sí misma, buscarían maneras divertidas de aprender.
La abuela, que había sido maestra de escuela en sus tiempos, le propuso convertir las materias en un juego.
"Te propongo una 'búsqueda del tesoro' con tus materias. ¿Qué decís?" - dijo entusiasmada la abuela.
"Pero, ¿cómo sería eso?" - preguntó curiosa Sofía.
"Podemos hacer que cada materia sea una pista. En matemáticas podemos contar pasos, en ciencias, buscar hojas y flores que expliquen lo que ves, en historia, inventar cuentos sobre personajes históricos y en lengua, crear una obra de teatro" - explicó su abuela, cada vez con más entusiasmo.
"¡Eso suena divertido!" - exclamó Sofía, sintiéndose un poco más esperanzada.
Así, cada tarde, después de clases, Sofía y su abuela se embarcaban en nuevas aventuras. Con cada juego que hacían, Sofía comenzaba a comprender las materias de una manera diferente. Hacía cálculos mientras escondía y buscaba objetos en el jardín. Aprendía sobre las plantas mientras recogía hojas y flores y escribía historias imaginativas sobre personajes históricos sentada bajo el viejo árbol que estaba en el patio.
Pasó el tiempo, y la fecha de los exámenes se acercaba. Sofía se sentía más confiada y emocionada.
"Abuela, creo que estoy lista, aunque me pone un poco nerviosa" - dijo Sofía.
"Es normal sentirse nerviosa antes de un examen. Pero recordá, lo importante no es solo el resultado, sino el esfuerzo que pusiste. Como dice el viejo adagio, 'cada día es una nueva oportunidad para aprender'" - respondió la abuela, acariciando su cabeza.
El día de los exámenes llegó. Sofía se presentó con su lápiz, su cuaderno y el corazón un poco menos aprensivo. En cada hoja, recordó los juegos y risas que compartió con su abuela. Y lo más sorprendente fue que, en lugar de sentirse abrumada, disfrutaba del proceso.
Tras unos días de espera, finalmente los resultados del examen salieron. Sofía estaba muy nerviosa al abrir la puerta del aula, donde se entregaban las calificaciones. La directora le entregó su hoja con una sonrisa.
"Muy bien, Sofía. ¡Aprobaste todas las materias!" - dijo la directora con alegría.
Sofía saltó de felicidad.
"¡Sí! ¡Todo lo que aprendí con la abuela funcionó!" - gritó ella, llena de emoción.
Corrió a su casa para compartir la noticia con su abuela.
"Mirá, abuela, ¡lo logré!" - dijo emocionada, mostrándole la calificación.
"Estoy tan orgullosa de vos, Sofía. Esto demuestra que con esfuerzo y un enfoque diferente, se pueden superar obstáculos" - respondió la abuela, abrazándola fuerte.
Desde aquel día, Sofía entendió que fracasar no era el final, sino el comienzo de un nuevo aprendizaje. Y siempre llevaba consigo la lección de que no estaba sola, porque siempre podía contar con su querida abuela y las maneras divertidas de aprender.
Y así, Sofía siguió disfrutando de sus clases y nunca olvidó el árbol donde había crecido su amor por aprender. Con el tiempo, sus compañeros la buscaron para hacer grupales en sus despistes, y ella siempre les decía:
"No se preocupen, juntos podemos encontrar la manera de aprender. Cada día es un nuevo tesoro por descubrir".
FIN.