La niña que se sentía mal y después bien
En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía una niña llamada Clara. Clara era conocida por su gran sonrisa y su espíritu aventurero. Sin embargo, un día, Clara se despertó sintiéndose un poco rara.
"Mamá, me siento mal. No sé si quiero salir hoy", dijo Clara mientras miraba por la ventana.
"No te preocupes, Clara, a veces es normal sentirse así. ¿Querés que hagamos algo especial en casa?", respondió su mamá, preparando un té de hierbas.
Esa mañana, Clara decidió quedarse en casa. Mientras su mamá preparaba la merienda, Clara se sentó en su habitación, mirando sus libros de cuentos. Sin embargo, la tristeza no la dejaba en paz. De repente, escuchó un suave golpe en la ventana. Era su mejor amiga, Lía, con un gran cartel de colores que decía "¡Ven a jugar!".
"¡Clara! ¿Por qué no salís? Vamos a jugar al parque. Te prometo que te vas a sentir mejor!", gritó Lía con entusiasmo.
"No sé, Lía. Me siento un poco bajón. No tengo ganas", respondió Clara con un suspiro.
Lía, no dispuesta a rendirse, hizo un gesto como si tuviera una idea brillante.
"¡Ya sé! Vamos a inventar un juego especial justo aquí en tu casa. ¿Te gustaría hacer un teatro de títeres?", sugirió.
"No sé... podría ser divertido", dijo Clara, sonando un poquito más animada.
Así fue como las dos amigas se pusieron manos a la obra. Buscando en la casa, encontraron calcetines viejos, botones y trocitos de tela. En poco tiempo, habían construido un pequeño teatro de títeres en el salón, lleno de personajes únicos.
Mientras representaban su historia, Clara empezó a reírse. Se olvidó de cómo se había sentido esa mañana.
"¡Mirá a nuestro títere dinosaurio! Está haciendo un baile raro!", exclamó Lía, haciendo movimientos graciosos.
"¡Sí! ¡Es el mejor dinosaurio de todos! ¡Quiero que baile en la próxima función!", dijo Clara, sintiéndose más alegre.
Más tarde, cuando la merienda estuvo lista, se sentaron en el suelo, disfrutando de galletas y leche. Clara, que ya no se sentía tan mal, miró a su amiga.
"Gracias, Lía. Me diste una buena idea. Crear y jugar me ayudó a sentirme mejor", reconoció.
"Siempre estaré aquí para hacerte reír. A veces, sólo necesitamos un poco de diversión para cambiar nuestro día", respondió Lía, sonriendo.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Clara reflexionó sobre lo que había aprendido. Había pasado de sentirse mal a encontrarse bien gracias a su amiga y a su propia creatividad.
"¿Por qué no hacemos esto más seguido?", pensó. "Tal vez, si vuelvo a sentirme así, pueda recordarlo".
Desde ese día, Clara se convirtió en un ejemplo para los demás niños del pueblo. Siempre que alguien se sentía mal, Clara sugería hacer algo divertido. Ella había aprendido que aunque uno a veces se sente mal, siempre hay una forma de volver a sentirse bien, ya sea jugando, creando o compartiendo momentos con amigos.
Y así, nuestro relato nos recuerda que a veces, la mejor medicina es la risa y la creatividad que compartimos con quienes queremos.
FIN.