La niña que soñaba ser la Cenicienta



Había una vez, en un encantador pueblito de Argentina, una niña llamada Clara que soñaba con ser como la Cenicienta. Su habitación estaba llena de libros de cuentos, donde cada noche se sumergía en las aventuras de esa dulce joven que había encontrado su felicidad a través de la magia y la bondad. Pero lo que Clara no sabía era que cada historia tiene su propio hilo que teje la vida real.

Un día, mientras paseaba por el bosque que rodeaba su casa, Clara encontró una lámpara antigua medio cubierta de polvo. Curiosa, la frotó y, de repente, apareció un pequeño hada llamada Lumi.

"Hola, Clara. Soy Lumi, y he escuchado tu deseo de ser como la Cenicienta. ¡Puedo ayudarte!",

- exclamó el hada, con una sonrisa radiante.

Los ojos de Clara brillaban como estrellas.

"¿De verdad? ¡Quiero ser hermosa, tener un vestido impresionante y acudir a un baile!",

- dijo Clara emocionada, aunque no pudo evitar preguntarse si eso era realmente lo que quería.

"Ciertamente, puedo crear el vestido y la magia para el baile, pero tienes que recordar que ser Cenicienta no solo es tener un hermoso vestido. También se trata de ser amable y tener valentía." - le advirtió Lumi.

Clara asintió, decidida a ser la mejor Cenicienta que pudiera ser. Así, Lumi usó su magia para transformarla. Clara se vio reflejada en un charco, y ahí estaba: un hermoso vestido de gala y un par de zapatos que centelleaban como estrellas.

"¡Gracias, Lumi!" - gritó Clara.

"¡Ahora corre al baile!" - dijo el hada, guiándola hacia el palacio del pueblo.

Al llegar al baile, Clara se sintió como una verdadera princesa. Todo el mundo la miraba y la admiraba, pero en el fondo, ella sentía que sus ilusiones eran más frágiles que el cristal.

De repente, conoció a un chico que le resultaba familiar.

"Soy Tomás, el hermano del rey. ¿Qué te trae a este baile?" - le preguntó él, curioso.

"Solo quería vivir un cuento de hadas",

- respondió Clara.

Tomás sonrió, y juntos comenzaron a bailar, pero al caer la medianoche, Clara se dio cuenta de que debía regresar.

"Tengo que irme, no puedo quedarme más tiempo aquí," - dijo, y al salir de la pista, sintió que todo lo que había logrado en la noche se desvanecía como humo.

De repente, sus zapatos comenzaron a desaparecer, y logró salir del palacio justo a tiempo.

Sin embargo, al mirar hacia atrás, se dio cuenta de que había dejado detrás una de sus zapatillas. Tomás corrió tras ella, pero no pudo alcanzarla. En su lugar, volvió al baile, donde las palomas le contaron que la chica mágica habría de volver.

Con el paso de los días, sin el zapato, Clara descubrió que a pesar de su deseo por ser la Cenicienta, ella maría la necesidad de ser quien realmente era.

"Nunca pensé que debería ser alguien más. El misterio de la mágica Cenicienta me hizo olvidar quién era",

- reflexionó.

Tomás, que había estado buscándola, finalmente logró encontrarla un día mientras ella recolectaba flores.

"¡Clara! ¿Eres tú? ¿Y dónde está el zapato que dejaste?" - inquirió.

Clara le sonrió, apreciando la belleza de lo que realmente era y lo que le gustaba hacer;

"Se perdió, pero a cambio me encontré a mí misma." - contestó con sinceridad.

"Esa es la mejor historia que podrías haber encontrado",

- dijo Tomás mientras la ayudaba a recoger flores.

Después de aquella mágica noche, Clara no volvió a desear ser una Cenicienta. Aprendió que la verdadera magia estaba en ser una niña amable, trabajar en sus sueños propios y ser auténtica.

Así, Clara y Tomás se volvieron grandes amigos, y nunca faltaron las aventuras en el pueblito, cada una llena de pequeñas lecciones. Porque a veces, el cuento de hadas más hermoso es vivir siendo uno mismo.

Y desde ese día, el bosque nunca dejó de ser mágico, porque Clara lo llenaba de risas y amor, y como a ella le gustaba recordar:

"No hay magia más grande que ser auténtico y seguir tus sueños."

FIN.

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