La Niña Sonadora



Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Valentina. Valentina era una soñadora, siempre con la cabeza en las nubes, creando historias fantásticas y aventuras en su mente. Cada tarde, se sentaba bajo su árbol favorito en el jardín, donde el sol acariciaba su rostro y el viento susurraba secretos.

Un día, mientras imaginaba un enorme dragón que volaba sobre su pueblo, una pequeña mariposa de colores brillantes se posó sobre su mano.

"+Hola! Soy Lila, la mariposa mágica. ¿Qué estás soñando hoy?" - preguntó.

Valentina, sorprendida, sonrió.

"¡Hola, Lila! Estoy soñando con un dragón que protege a nuestros paisajes. ¿No te parece genial?" - respondió mientras acariciaba suavemente a la mariposa.

"¡Es maravilloso! Pero un dragón necesita un lugar donde descansar. ¿Qué tal si construimos un castillo juntos?" - sugirió Lila.

Valentina estuvo de acuerdo y comenzó a dibujar en su cuaderno. Con cada línea que trazaba, imaginaba cómo sería su castillo: grandes torres, puentes de cristal y un enorme jardín en el que cualquiera podría volar en su propio dragón.

A la mañana siguiente, mientras compartía su idea con sus amigos, Tomás y Ana, se dio cuenta de que no todos estaban tan entusiasmados como ella.

"No sé, Valentina. ¡Un castillo? Suena complicado. Mejor hagamos un juego de pelota durante el recreo." - dijo Tomás.

Ana asintió, pero un poco tímida agregó:

"Es que a veces las cosas son más divertidas si son sencillas..."

Valentina se sintió un poco desilusionada. Pero Lila le dio una pequeña idea.

"¿Por qué no les pides ayuda? A veces, con más personas, las ideas se hacen realidad."

Tomándose el consejo, Valentina habló nuevamente con sus amigos:

"Chicos, ¿qué tal si en lugar de sólo jugar a la pelota, hacemos una tarde de creaciones? Cada uno podría aportar algo de lo que le gusta, ¡podríamos construir el castillo juntos!"

Tomás se quedó pensativo.

"Mmm... eso suena más divertido. Podría dibujar los planos y Ana puede ir a buscar flores para decorarlo."

Ana sonrió, sintiéndose emocionada con la idea de aportar algo.

"¡Sí! Además, podríamos hacer un picnic en el jardín del castillo cuando termine."

Y así, los tres comenzaron a planear. Valentina se encargó de la imagen del dragón, Tomás se dedicó a los planos y Ana buscó flores y hojas que adornarían su creación.

Esa tarde, se juntaron en el parque y comenzaron a trabajar. Cada uno aportaba su propio estilo: Tomás dibujaba figuras en la tierra con palos, Ana trenzaba flores y Valentina narraba historias de valientes guerreros y dragones protectores.

Pero al tercer día, un fuerte viento borró sus planes y dibujos.

"¡No! Todo nuestro esfuerzo, ¡se ha ido!" - gritó Valentina, angustiada.

Sin embargo, Lila, siempre optimista, voló alrededor de ellos.

"No se preocupen, cada borrón puede ser el inicio de una nueva idea. Vamos a reimaginarlo. Solo necesitamos unirnos aún más. ¿Qué tal si hacemos algo diferente?"

Aunque no se daban cuenta, ese pequeño desastre había traído a Valentina y a sus amigos más cerca. Juntos dibujaron un nuevo plano, esta vez, con lo que habían aprendido de la experiencia. Juntaron ramas, hicieron una estructura diferente y, en lugar de un castillo, crearon un enorme refugio que se asemejaba a una cueva mágica.

A medida que el día se transformaba en noche, se sentaron en su creación y comenzaron a compartir historias. Valentina suspiró de felicidad:

"Este lugar es más especial de lo que pensé. A veces, soñar es genial, pero hacerlo juntos es aún mejor."

Tomás, sonriendo, añadió:

"Definitivamente, ¡lo hicimos! ¡Ahora somos un equipo de aventureros!"

Ana, con una mirada brillante, concluyó:

"Y lo mejor es que cada vez que venga el viento, ¡nuestra historia seguirá cambiando!"

Así, Valentina aprendió que sus sueños podían volar aún más alto cuando los compartía, y pequeñas adversidades podían convertirse en oportunidades para crear algo maravilloso.

Desde aquel día, no solo soñaba, sino que también creaba y mezclaba sus sueños con sus amigos, transformando su pueblo en un lugar lleno de maravillas imaginarias y risas. Cada día era una nueva aventura, y así Valentina, la niña soñadora, no solo se convirtió en la protagonista de sus propias historias, sino también en la heroína de las aventuras de sus amigos.

Y aunque el viento a veces agitaba sus planes, el verdadero poder estaba en la amistad y en la proactividad de transformar cada caída en un vuelo más alto.

FIN.

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