La Niña Valiente y el Monstruo del Bosque
Había una vez en un campo lleno de flores silvestres y árboles frondosos, una niñita llamada Ana. Tenía seis años, unos ojos que brillaban como el sol y una sonrisa que iluminaba el bosque. Ana pasaba sus días explorando la naturaleza, jugando con las mariposas y haciendo amigos con los animales que habitaban cerca de su casa.
Un día, mientras correteaba entre los arbustos, Ana escuchó un ruido extraño.
- ¿Quién está ahí? - preguntó, asomando su cabecita curiosa.
De entre las sombras, apareció un monstruo oscuro, con ojos rojos y una piel cubierta de escamas. Pero en vez de escapar, Ana lo miró atentamente.
- ¡Hola! - dijo ella, con una sonrisa. - Soy Ana, ¿y vos quién sos?
El monstruo, sorprendido por la valentía de la niña, le respondió entre susurros. - Soy Morfos, y estoy triste porque todos huyen de mí.
Ana se acercó un paso, aún camina con confianza. - No deberías estar triste. Cada uno tiene algo especial, ¡hasta vos!
El monstruo se quedó en silencio, conmovido por las palabras de la pequeña. Pero a pesar de la amabilidad de Ana, el miedo de los demás animales del bosque fue creciendo. Un día, cuando Ana estaba jugando con sus amigos, Morfos atacó tratando de asustar a los animales.
- ¡Rápido, corran! - gritó un conejo.
Ana, en vez de asustarse, se interpuso entre el monstruo y sus amigos. - ¡Espera! - exclamó. - Morfos, ¿por qué actuás así?
Con voz profunda, Morfos contestó. - Porque no sé cómo hacer amigos.
Ana le habló con dulzura. - ¡Podemos ayudarte! Vení, no tienes que estar solo.
El monstruo, aunque asustado, sintió que en su corazón había un pequeño rayo de esperanza. Entonces, Ana extendió su mano, y al tocarlo, algo mágico ocurrió. Morfos empezó a cambiar: su piel se hizo suave, sus ojos perdieron el color rojo y su figura se volvió más amable.
- ¡Mirá! - dijo Ana. - ¡Sos un monstruo que puede ser amigo!
Sin embargo, Morfos aún estaba inseguro y se alejó. La tristeza regresó a su rostro. - Pero, ¿y si no me quieren?
Ana sonrió con determinación. - Si querés ser amigo, hay que intentarlo. Menos miedo y más amor. ¡Vamos juntos a conocer a los demás!
Así, Ana y Morfos comenzaron a recorrer el bosque. Poco a poco, los animales vieron que el monstruo ya no era una amenaza.
- ¡Hola, soy Morfos! - dijo tímidamente el nuevo amigo.
- ¡Hola, Morfos! - respondieron ellos, sorprendidos y contentos.
Con el tiempo, Morfos se convirtió en un querido compañero de juegos. Las risas y la diversión llenaron el aire. Ana miró a su alrededor y sintió una alegría inmensa.
En un momento, mientras jugaban, un ave voló sobre ellos.
- ¡Mirad! - dijo un ciervo. - Esa ave tiene algo en su pico.
- ¡Es un sobre! - exclamó Ana.
Con mucho cuidado, lo abrieron. Dentro había un mensaje que decía: "El valor y la amistad pueden transformar el miedo en amor".
Ana y Morfos se sonrieron, sabiendo que habían aprendido algo hermoso. Morfos había cambiado, pero la valentía de Ana había quedado grabada en su corazón. Un día, mientras el sol se ocultaba, murmuró:
- Gracias, Ana. Por ayudarme a encontrar mi lugar.
Ana con su sonrisa resplandeciente, respondió: - Siempre serás bienvenido, amigo. Juntos somos invencibles.
Y así, Ana y Morfos vivieron felices en su mágico bosque, recordando que la amistad tiene el poder de cambiarlo todo.
Fin.
FIN.