La niña y el brillo interior


Había una vez una niña llamada Nuvia, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles frondosos. A simple vista, parecía una niña feliz y tranquila, pero tenía un problema: era muy enojona.

Nuvia se enojaba por cualquier cosa. Si alguien le quitaba su juguete favorito, si no conseguía lo que quería o incluso si las cosas no salían como ella esperaba.

Su mal humor la hacía tener pocos amigos, ya que nadie quería estar cerca de alguien tan enfadado todo el tiempo. Un día, mientras caminaba por el bosque cerca de su casa, Nuvia se encontró con un pequeño duende llamado Pepín.

Era bajito y regordete, con una sonrisa amigable en su rostro arrugado. "Hola Nuvia", dijo Pepín con voz alegre. "He oído que eres muy enojona".

Nuvia frunció el ceño y respondió: "Sí, eso dicen ¿Y qué?"Pepín se acercó a ella y le susurró al oído: "Tengo algo especial para ti". Sacó de su bolsillo un pequeño frasco lleno de polvo brillante. "Esto es polvo mágico", explicó Pepín. "Si lo usas correctamente, te ayudará a controlar tu enojo".

Intrigada por la idea de poder cambiar su forma de ser, Nuvia decidió probarlo. Tomó el frasco con cuidado y siguiendo las instrucciones del duende, sopló el polvo sobre sí misma.

Desde ese momento, cada vez que Nuvia sentía que el enojo comenzaba a apoderarse de ella, veía cómo su cuerpo se llenaba de colores brillantes y hermosos. El polvo mágico había hecho efecto. Con el tiempo, Nuvia aprendió a controlar su enojo usando el poder del polvo mágico.

Comenzó a respirar profundamente y contar hasta diez antes de responder cuando algo la molestaba. También aprendió a expresar sus sentimientos de una manera más calmada y asertiva. Poco a poco, Nuvia fue cambiando.

Ya no era conocida como la niña enojona del pueblo, sino como alguien amable y comprensiva. Sus compañeros de clase comenzaron a acercarse a ella y hacerle preguntas sobre cómo había logrado cambiar tanto. Nuvia les contó sobre el duende Pepín y el polvo mágico que le había dado.

Les enseñó técnicas para controlar su enojo y ser más pacientes con los demás. El pequeño pueblo pronto se convirtió en un lugar donde todos aprendieron a manejar sus emociones negativas gracias al ejemplo de Nuvia.

Los niños empezaron a jugar juntos sin pelearse constantemente, mientras los adultos también encontraban formas pacíficas de resolver sus problemas. Nuvia se dio cuenta de que su cambio personal había tenido un impacto positivo en toda la comunidad.

Se sintió orgullosa de haber superado su problema del enojo y ayudar a los demás al mismo tiempo. Desde aquel día, Nuvia siguió siendo una niña feliz pero ahora sabía cómo enfrentar las situaciones difíciles con calma y empatía hacia los demás.

Y cada vez que miraba el frasco vacío del polvo mágico, recordaba que ella misma había sido la autora de su propia transformación.

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